Nunca he sido una persona derrochadora, más bien todo lo contrario. La influencia de mi abuela, -nacida en 1914-en el seno de una humilde familia de la galicia rural, y acostumbrada a ganarse el pan de cada día, bajo un clima bélico y de represión, me contagiaron un poco eso de no malgastar, ahorrar, y saber sobre todo valorar las cosas, de ahí que cobren para mí mucha más relevancia las "cosas" inmateriales, que los "objetos". Esto provoca en ocasiones sucesos un tanto peculiares.
Había acumulado tantos puntos con la compañía de teléfonos que me han sobrado, aún yéndome de la tienda, con un buen móvil nuevo gratis, y con un manos libres para el coche. Nunca he sentido la necesidad de tener un móvil de última generación y estoy seguro que muchas de las aplicaciones y prestaciones que trae no las usa regularmente casi nadie, posiblemente muchos de ustedes no sepan realmente todo lo que pueden hacer con sus móviles, pero sin embargo, parecemos "acostumbrados" a cambiar de móvil cada año, o cada dos años. Así nos educan las compañías, diciéndonos que podemos tener mejores aparatos, los últimos modelos, con todas las novedades, y que nos los darán por un buen precio, con un gran descuento, o incluso de forma gratuita ¿Por nada? No se confundan... porque son clientes y consumen, gastan, pagan, y lo importante es que estén contentos y sigan consumiendo, y gastando, y pagando mucho más tiempo.
Es mucho más sencillo mantener contento a un cliente que hacer uno nuevo, y mucho más cualquiera de estos dos posibles, a conseguir que uno descontento regrese. Así que las empresas se molestan en camelarnos. A ellos les viene genial. Fabrican nuevos móviles, no mantienen la producción parada, y la maquinaria continúa engrasada. Yo, lamentándolo mucho me rigo por otras cosas.
Sé que queda fresco estrenar móvil a cada poco, pero pienso a menudo en aquellos países a los que no han llegado ciertos avances tecnológicos que a nosotros, desde la altura que da el primer mundo, nos resultan cuanto menos sorprendentes, y a los que un móvil de aquellos que desechamos hace cinco o seis años, les resultaría un gran paso adelante en sus comunicaciones más cotidianas, y es que, queridos amigos, estamos cebándonos sin parar, abrimos los ojos de cuando en vez, por ejemplo con la reciente crisis, pero no nos damos cuenta de que la culpa es nuestra, única y exclusivamente, de unos más que de otros, pero nuestra. Aunque nos afecta en mayor o menor medida a todos, sí es cierto que se notan diferencias, diferencias entre los que usaron un dinero que no tenían porque el sistema se lo permitió y quienes jamás han dispuesto de mayor capital que el que albergaban sus bolsillos.
Disculpen que me haya dejado llevar. Vuelvo al tema de mis móviles.
He tenido sólo 3 móviles. El primero, un Ericsson A1018s. Todos lo recordamos por su parecido con un walky-talky, y porque con su antena podías limpiarte los oídos. Inmenso. Botones de goma, pantalla amarilla con apenas una o dos líneas de lectura, y el mío incluía una pinza para agarrártelo a los pantalones. Y pensar que sólo ha pasado una década... madre mía!! Me duró nada más y nada menos que 4 años, y únicamente lo cambié porque ya flojeaba un poco y era la última persona que seguía llevando ese mamotreco mientras todos/as mis amigos/as tenían móviles mucho más avanzados.
Cuando llegó el momento de hacer el cambio, pasándome de Amena (aquella compañía de Telefonía que trataba de competir con Vodafone y Movistar y que ponía toda su publicidad en color verde) a MoviStar -todas me parecen unas timadoras- hice el cambio de móvil. Me compré (regalaron los de la compañía de teléfono) un Siemens A55, que por cierto me parece bastante más bonito que muchos de los que veo hoy en día por ahí. Este móvil, muy sencillo de manejar, me duró 3 años. Sólo sufrió en ese tiempo una pequeña ralladura en la pantalla, que no dificultaba la visión, pero me hicieron una oferta y me regalaron el mismo móvil pero en su versión un poco más moderna. Ese sería mi tercer y último móvil hasta la fecha; un Siemens C65. Éste, se convirtió en el "bate récords", y me ha valido y acompañado, los últimos 5 años. Estos últimos días, justo antes de cambiarlo, anoté lo siguiente;
Llamadas salientes = 317 horas;
Llamadas entrantes = 341 horas;
Me he visto obligado a jubilarlo debido a que la batería ya no daba mucha tregua y ahora que estoy a punto de salir de gira, no quería quedarme colgado. Los cargadores que tenía ya no funcionaban bien, y... ¡Qué más le vamos a pedir!
No perder nunca el móvil, que no se me haya caído desde un cuarto piso, que no se haya escurrido por el retrete, que ningún chorizo me lo haya mangado, no habérmelo olvidado en la barra de ningún bar, etc. ha ayudado a que no haya necesitado más de 3 móviles en 12 años. Lo dicho... quería compartir este momento de personaje singular con todos. Dejad de consumir, bastardos.
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