Que nos cuesta ponernos en el lugar de los demás es algo que en el fondo la mayor parte de las personas reconoce. No es fácil. Por eso llamamos amigos, a una serie de personas, que nos conocen, que saben cual ha sido nuestra historia personal, que nos han visto crecer o madurar, y que en definitiva están al tanto de nuestra situación personal. Yo tengo buenos amigos, muy buenos. Siempre he dicho que son mi mayor logro. A lo largo de mi vida he coincidido con gente que admiro y respeto mucho. Me han hecho crecer como ser humano, he cogido detalles prestados de cada uno de ellos/as y me han hecho ser feliz.
Quienes me conocen saben que apenas tengo familia. Luego de la reciente muerte de mi abuela, las cosas se han complicado en este sentido. Me siento cada vez más sólo. Aunque tengo mucho aprecio por mi tia, y por mi tio, y por mis primos, nuestra relación no es todo lo cercana que debiera. Por eso, siempre he considerado que sólo puedo contar con mi madre. Ella sólo me tiene a mí y yo sólo la tengo a ella. He tenido en cuenta todos y cada uno de los días el hecho de que mi madre lo ha dado todo por mí durante más de veinte años, sacrificándose por encima de lo normal, precisamente por estar sola. Nuestra situación económica siempre ha sido normal, básica prefiero decir yo. No nos ha faltado de nada, pero no hemos tenido apenas nada. No me veréis quejarme a este respecto, ni pedir nada que no tenga, porque he crecido creyendo que si añoraba algo debía esforzarme por conseguirlo, sin esperar que nadie me lo diese ni me lo pusiese fácil para alcanzarlo. Yo y sólo yo, era responsable de lograrlo.
Depender de un sólo sueldo de enfermera para dos bocas no da para grandes palacios, ni lo hemos buscado. He odiado siempre el dinero porque he visto demasiadas veces a mi madre llorar por él y porque muchas veces el juego se acababa cuando aparecía esa palabra, se me cerraban las puertas, se me apagaban las luces, se me negaba la entrada, y se me separaba por eso. Le he cogido una cierta tiña a recibir ayuda de los demás, porque como he dicho, tengo muy buenas amistades y siempre me han querido ayudar, y yo quería pagarles, pero no sabía cómo. Por casualidad, me han rodeado (normalmente) personas que lo tenían -de partida- más fácil, y eso creaba ya de inicio, una situación de inferioridad que siempre me ha caracterizado. He sufrido por circunstancias que a otros les venían dadas sin más; como el juego en el que empiezas en nivel difícil mientras ves que tus compañeros lo hacen en el fácil. Esa exigencia me ha hecho mejor, esa presión la he sabido llevar, y quienes me conocen admiran eso, me felicitan por ello, y me recomiendan salidas, además de prestarme su mano por si me la pego.
He querido reflexionar hoy sobre esto porque esta semana me he quedado sin casa. Unos errores de mi madre han hecho que nos tuviésemos que largar de nuestro hogar, donde llevábamos más de 21 años viviendo. Yo, es cierto, he pasado 5 años fuera, pero siempre teniendo en mente que la casa de mi madre era también mi casa, y que si las cosas iban mal, siempre podía volver. Ver cómo tienes una semana para irte es duro, mucho. Lo he pasado muy mal esta última semana. Mi madre se buscó un piso en tres días y se mudó en uno. ¡¡De locos!! Estoy cabreado y me siento muy humillado por lo que ha pasado. Busqué soluciones pero no llegamos a un acuerdo y este lunes me quedé en la calle. Afortunadamente solucioné todo en apenas unas horas (¡aún no me lo creo! me había preparado para dormir en un saco en la playa) y ahora mismo vivo en un piso compartido con otra gente de mi edad. Somos dos chicos y dos chicas. Hoy conoceré a la que me falta, y los demás son muy buena gente y congeniamos muy bien. ¡¡Una de ellas era clienta de Sapoconcho!! ¡¡Menudas vueltas que da la vida!! Voy a tener serios problemas para salir adelante, y sobreponerme a este golpe, pero espero hacerlo y seguir sonriendo. Soy un luchador y no puedo rendirme porque no sé vivir de otro modo. Siento que este mes justo es el del lanzamiento del disco, y no es un buen momento para todo este follón, pero... ¿Cuándo es un buen momento para recibir un golpe así? Creo que nunca. Lo más importante, a mi juicio, es encararlo cuanto antes, y adaptarse a mi nueva vida, sacarle el mayor partido a esta experiencia y seguir siendo feliz, disfrutando al máximo de cada momento.
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