Los indignaos han salido a la calle. El libro de Stephan Hessel "Indignaos", que cosechó un inusitado éxito en Francia, parece haber trascendido más allá de las fronteras galas, y sus ideas han calado en multitud de jóvenes españoles. Y es que estos días no se habla de otra cosa. Estoy siguiendo con atención todo lo que sucede porque me parece muy interesante y positivo. Soy de los que cree en el debate, de los que gustan de la participación ciudadana, de los que no tiene dudas en implicarse en una causa colectiva si considero que ésta representa mis valores y sirve para mejorar de alguna forma la sociedad y la vida de las personas que la conforman.
Miles de jóvenes han decidido tomar las calles en los últimos días y mostrar su descontento con el actual sistema financiero y político, agrupados en diferentes plataformas. "Democracia Real Ya" es quizás la más conocida de una larga lista de agrupaciones, que vienen estos días a organizar diferentes actos por todo el país. He leído los manifiestos que han emitido con motivo de la convocatoria a una huelga que tuvo lugar el pasado 15 de mayo, y también sus proclamas. Y pienso lo siguiente:
Yo también estoy indignado. Estoy de acuerdo con la protesta hacia el sector financiero, concretamente contra los bancos y su sistema, principales culpables de la crisis económica, en una lectura muy superficial, y también estoy de acuerdo en quejarse del actual sistema político en nuestro país, que favorece el bipartidismo y que no permite a la ciudadanía sentirse verdaderamente partícipe de la toma de decisiones.
Ver a mi generación salir a la calle me crea sentimientos contradictorios. Por una parte lamento que hayamos tenido que llegar a esta situación para que unos cuantos jóvenes decidan unirse y moverse. Por otra parte, leyendo y viendo lo que se propone, me da la sensación de que hay un discurso lleno de buenos propósitos pero poco firme y sin propuestas concretas a las que agarrarse. Agitar la conciencia de la población como principal premisa, me resulta positivo y escaso al mismo tiempo, aunque he de admitir que es mejor que no hacer nada, y que puede ser el germen para algo mejor dentro de un tiempo. No voy a hacer apuestas sobre lo que sucederá con este movimiento, me mantengo espectante. Todo lo que se proponga para una mejoría de la calidad de vida y de los derechos de la mayoría me parecerá un gran logro. La unión hace la fuerza, y por ahí es cierto que pueden venir los cambios. No he visto por ahora una dirección clara de qué proyectos llevar a cabo con todo esto. Pensamiento-idea-acción-hecho. Ese es el mecanismo por el cual nos movemos, y me da la sensación de que como en tantas otras ocasiones, todo puede quedar en un bonito intento de hacer algo.
Por otra parte, se consiga lo que se consiga, cualquier paso será considerado como un gran logro, porque hay que tener en cuenta, que tal y como están las cosas, ver a la juventud de un país como el nuestro tomar las riendas de los cambios (por pequeños que estos fueran) sería algo histórico de lo que podríamos sentirnos realmente orgullosos.
Todo es más sencillo cuando existe un enemigo claro, y cuando existe un relevo, un plan b, un aspirante. En este caso no acabo de ver claro qué papel interpreta quien. Los malos, los que roban, los que oprimen, los que engañan,... son los bancos y los partidos políticos, y curiosamente, los que piden cambios... todos los demás, principalmente los jóvenes, que quieren un nuevo decorado político-económico. Pues bien, en lo que a mi persona respecta, ni colaboro especialmente con los bancos, ni con los partidos políticos. Soy un indignado que diariamente actúa en consecuencia con sus valores y sus principios, y no estoy en la calle protestando porque suelo estar ocupado haciendo cosas. Sé que uno sólo no cambia nada, lo sé, pero creo mucho en que vale más un hecho que mil palabras. Desde siempre me he regido por mis valores y me muestro siempre partidario del colectivo frente al interés individual. Me considero una persona muy activa socialmente y preocupada y concienciada en este sentido. Hago política a cada rato. Creo que todos hacemos política sin darnos cuenta cada vez que tomamos una decisión o nos manifestamos verbalmente en cualquier hecho cotidiano que afecte a otras personas. Podría poner cientos de ejemplos.
Voy a ir a votar ¡Por supuesto que lo haré! Siempre he votado al mismo partido. Siempre me he sentido representado por el mismo colectivo. A tener en cuenta que una agrupación de personas que engloba a millones de ciudadanos siempre contiene individuos con los que no tengo por qué empatizar, siempre puede tomar ciertas decisiones en las que no me siento representado, siempre puede cometer errores que me hagan incluso avergonzarme (como los cometería yo si tuviese que tomar decisiones que aglutinan a miles de personas... ya los cometo conmigo mismo...), pero es cierto que pienso que la mayoría de las propuestas que exponen me agradan y me parecen correctas, por eso los voto. No me gusta votar a grupos pequeños, porque no me gustan los colectivos que sólo se preocupan de defender los derechos de unos pocos, o que sólo se interesan por una localidad o zona geográfica determinada. Sí, soy cosmopolita, soy una persona de marcado carácter universal, y para mí vale tanto uno de Marrakech como una persona de Ponteareas. Puedo sentirme culturalmente más cercano, pero los valoro a ambos al mismo nivel, por eso nunca he entendido de localismos, de grupos que excluyen, limitan, o cercan, de crear fronteras, de poner trabas al desarrollo.
Por ahora sólo veo mucha gente cabreada, mucha gente pasándo apuros, que quieren que las cosas cambien. Yo mantengo la misma actitud de siempre a este respeto, soy progresista y quiero cambios, quiero mejoras, quiero desarrollo, quiero que se castigue a los bancos, y a los políticos corruptos y borrachos de poder. Si los jóvenes queremos empleo tendremos que tener iniciativa y movernos. No olvidemos que estábamos muy mal acostumbrados y que nuestra generación se ha acostumbrado a vivir con una calidad de vida muy por encima de nuestras posibilidades. Dejemos de buscar culpables y construyamos el presente. Es nuestro momento.
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