Valoración: 6'5
Es tan cierto que el director Shawn Levy es capaz de atraer público a las salas de cine para ver sus películas, como que éstas carecen de un nivel de calidad reseñable. Títulos como la segunda parte de "Una noche en el museo" o el remake de "La Pantera Rosa", hacen que su apellido sea lo único que tenemos en común el cineasta y yo, porque lo que se dice el gusto cinematográfico dista mucho el suyo del mío, y esto se refrenda una vez más en su última cinta "Gigantes de acero", en la que disfruté porque estaba increíblemente bien acompañado y porque iba bien provisto de palomitas y chocolatinas. Sin esa combinación, y sin haberme mentalizado previamente de que no podía esperarme apenas nada de esta historia, la tarde habría resultado muy dura, pero... cuando uno se teme lo peor, la cosa sólo puede mejorar.
Las tramas, los giros narrativos, los momentos moralistas (que los tiene), y la grandilocuencia con la que se viste todo, se avisa de tal modo, tan a gritos, de una manera tan sumamente cantada, que puede que un niño o un adolescente despistado encuentren un gran transfondo en la película, así como un mensaje nada subliminal sobre la superación, la lealtad, y esa mitificación tan americana de que "tú también puedes ser una estrella", y claro, te lo regalan en hora y media, y en un rato tú sientes que puedes ser un heroe, que no necesitas nada ni a nadie, y que con coraje, ambición, y fe ciega en tus posibilidades lo lograrás. E incluso es bonito pensar así. Es bonito y diría que es positivo. Pero la vida real y lo que relatan todas estas películas americanas dista mucho de asemejarse, y de este modo, cualquiera se da cuenta que no es más que una ilusión, cine, que de algún modo alimenta la esperanza (lo cual está bien) pero de un modo tan exagerado que cuando sales de la sala de cine te pegas un batacazo en cuanto pisas la calle, y es que por más que nos lo endulcen, no te sueles encontrar tirado en un vertedero un robot gigante con sentimientos que pelea como si fuese Muhamad Ali y que hace que tu padre y tú os unáis y os forréis de dinero, mientras triunfáis en el mundo de la lucha libre. Lo siento chicos pero los reyes magos no existen, y esta película es de papel cartón en ese sentido, ya que juega peligrosamente con relativizar ciertas situaciones familiares, de una manera que puede llegar a ser hiriente. Me explico; que un niño adore a su padre, al que no ha visto en más de diez años y que le abandonó, sólo porque le deja jugar con un robot... teniendo en cuenta que su padre se aprovecha de él por dinero y demás... suena mal.
Podría haber ahondado la cinta en la situación que viven muchos deportistas de frustración al haberse quedado a las puertas de la gloria, o debido al inevitable paso de los años, o a causa de la proliferación de ciertos avances técnológicos... pero pasa muy por encima de todo esto, apoyándose más en momentos lacrimógenos, muy forzados y que se huelen a leguas, tanto por la interpretación excesivamente prototípica del niño (demasiado amaestrado), como por lo predecible de la representación del padre. El niño es interpretado por Dakota Goyo, y el padre, con el papel protagonista de la cinta, por Hugh Jackman, que realiza una actuación bastante floja para mi gusto, y vista cientos de veces, en otras cintas que se apoyan en ese mismo binomio padre-hijo, o adulto-niño, pero con muchísimo mejor resultado. Un copia y pega, y un catálogo de frases hechas, de situaciones esperables, con la única originalidad en la propuesta, de imaginar un futuro en el que el boxeo esté protagonizado por máquinas controladas por humanos gracias a unos mandos a distancia que incorporen dispositivos de reconocimiento de voces, con movimientos programados, etc. Hay poco de novedoso como para sacar adelante un proyecto y realizar una inversión tan costosa. Con tan poco hilo no da para hacer un jersey, y acaba saliéndote una bufanda. Algo es algo, pero nadie un poco exigente considerará esta una buena película. Sus creadores puede que incluso estén satisfechos, porque una vez más se demuestra que hoy por hoy no es necesario ser un gran artista, en este caso un gran cineasta para obtener el éxito en cuanto a los beneficios económicos se refiere, y que esto viene marcado por otros parámetros distintos al del talento y la calidad, la originalidad y la maestría con la que esté realizada la obra. Por desgracia, influyen factores ajenos al propio arte.
Se supone, por cómo lo exponen, que deberías apoyar al personaje principal, pero lo cierto es que la actitud que mantiene te aleja de él. Es cierto que Hugh Jackman, tiene carisma y engancha a muchas personas, pero tal como se comporta su personaje, aunque estés medio obligado a seguirle en su periplo, en verdad, nunca llegas a aprobar su actitud, y una vez triunfa tienes la sensación de que lo hace porque los que mueven los hilos querían una historia feliz en todo momento, pero no porque se lo mereciese o porque deseases que lo consiguiese, claro que si las cosas no fuesen perfectas como quieren los productores, nos encontraríamos con un escarmiento moral a una actitud deplorable, de un fracasado que no asume sus errores y lo peor de todo, que no es capaz de rectificar y de reconducir su situación. Estaríamos hablando de otra película, mucho más profunda e inteligente, y seguramente mucho más realista y sorprendente... es más; retiren esta y hagan esta que les propongo, les doy incluso el título: "De piel y hueso".
Me sigue sorprendiendo que Steven Spielberg sea el productor de esta película y Shawn Levy su apadrinado. Valoro mucho al primero, y obvio que puede equivocarse, y financiar algun proyecto sin valor en una larga y dilatada carrera como la suya, pero de veras que podía invertir el dinero en proyectos mucho más interesantes con una preocupación mayor no sólo por la trama, el guión, o la historia, sino por el trasfondo, por el mensaje que pretende darnos, y es que en este caso se lo han trabajado más bien poco.
Efectos especiales destacables, y para mi gusto, en ocasiones, un exceso en el tratamiento de la imagen que le dan a todo un mayor regusto a mentira, a juguete y a videojuego en el que no puedes participar, lo que cabrea más. ¿Sabéis cuando en el videojuego pasan cosas pero no puedes interactuar? ¿Cuando a tu personaje le suceden cosas y tú no puedes hacer nada? Pues eso.
Actúa también Evangeline Lilly (protagonista de la famosa serie "Lost"), que cumple su arquetípico papel de chica guapa que no quiere pasarlo mal manteniéndose detrás del ¿heroe? pero le quiere tanto que no puede evitarlo. Chica guapa sufridora que ayuda en todo lo que puede a su chico, abnegada, y siempre dispuesta. Uff!! Sólo de definirlo me entra fatiga. ¡Por favor! Hay tantos clichés en la cinta que estás deseando que le deje y que desaparezca, porque sabes que todo lo que va a pasar ya te lo han contado otras mil veces en otras mil películas y ni es cierto, ni está bien, ni te gusta verlo, ni puede ser verdad que siempre pase lo mismo de la misma manera cuando en la vida real no es precisamente la actitud más repetida.
La película está obteniendo como dije al principio el respaldo de la taquilla y obteniendo suculentos ingresos... menos mal, si, menos mal. Costó 110 millones de dólares ¡Madre mía! ¡Lo que podrían haber hecho con todo ese dinero y han hecho...! Ustedes no lo notan pero estoy llorando. De pena.
Sinopsis subtitulada al castellano:
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