Hoy fue el día en el que… [nº 1]
…conduje el autobús 118 con treinta personas dentro durante treinta interminables segundos.
Sábado, 29 de junio de 2013
Avenida Pueyrredón. Barrio Once. Capital Federal. Buenos Aires
¿Te imaginas una situación en la que terminas sentado en el asiento del chofer de un autobús urbano, manejando por medio de la ciudad? Pues ya puedo borrar esa situación de la lista de extravagantes y delirantes circunstancias en las que uno ha imaginado verse en algún momento. Fueron unos pocos segundos de nerviosismo y descontrol en los que, admitámoslo, con una sola mano (estoy enyesado de mi brazo izquierdo), y al mando de un autobús enorme, no pude demostrar mi pericia al volante, más bien no fui capaz de hacer nada relevante, salvo calmar (o no, no lo sé) el descontrol que se produjo en el momento en el que el autobús en el que viajaba se quedó sin conductor porque este había bajado con el vehículo en marcha a pegarse con un cliente insatisfecho. Si. Sé que no os estáis creyendo nada, pero de verdad, estas cosas pasan.
Un pasajero se quejó amargamente de que el chófer no se había detenido en la parada correspondiente, y este le indicó que si no lo había hecho es porque no había ninguna persona esperando el bus, y tampoco ninguna persona que hubiese apretado el botón para solicitar bajarse, así que ante esa situación, había decidido continuar. El pasajero continuó insistiendo en que quería bajarse y en que por favor le abriese la puerta, comentándole que el conductor debía detenerse en todas las paradas, hubiese o no gente, solicitasen parada o no las personas presentes en el autocar. Se inició de ese modo una discusión, primero educada, luego no, sobre quién tenía razón. El hombre no era argentino y quizás no sabía que en este país, cada chófer hace lo que le viene en gana, incumplen severamente todas y cada una de las normas de tránsito, y suelen mantener una actitud arrogante ante los clientes, quizás porque saben que nadie protesta a las compañías y que su puesto de trabajo no corre peligro.
Ninguno cedió en su postura y el pasajero se sintió sumamente menospreciado, y amenazó con ir a junto del chófer si éste no accedía a abrirle la puerta y dejarle bajar. Éste no lo hizo y le indicó que no bajaría hasta la siguiente parada. Laura y yo nos encontrábamos sentados casualmente (nunca lo hacemos) en los dos primeros asientos, así que tuvimos palco VIP para presenciar lo que se vino.
El hombre quiso discutir el asunto en la cara del chófer y cuando éste abrió la puerta en la parada tal y como había dicho que iba a hacer, el hombre aprovechó para extender su brazo violentamente hacia afuera con el codo doblado y asestarle un golpe al conductor, mientras salía rápido por la puerta delantera. El conductor se resupo del golpe (que no le causó herida) y bajó de inmediato a por su atacante a la vereda, sin darse cuenta que el autobús quedaba en punto muerto en una calzada ligeramente inclinada, lo que hizo que, ante el estupor de la muchedumbre que viajaba en el auto, éste se empezase a mover y cruzase con el semáforo en rojo un cruce de vías de varios carriles. Al grito de “¡parálo, parálo!” “¡¡Detengan el auto!!” y demás exclamaciones típicas de película, no sé en qué punto, me levanté y me senté en el asiento del chófer tratando de detener el autobús. Con eso de que tenía un brazo enyesado hice poco. Fue todo muy deprisa así que no tengo idea de en qué acabó la trifulca. Sé que mi novia no había visto algo parecido en su vida, que nos estuvimos riendo muchísimo tiempo, y que no me voy a olvidar de esto en mucho tiempo. El chófer se subió en marcha al auto y regresé a mi asiento, sin lamentar males mayores. El otro hombre, aún tuvo tiempo de pasar por un costado del autobús –ahora sí detenido- con gesto amenazante.
Así como te lo cuento. Apretamos bien el botón de la parada y nos bajamos en la que nos correspondía. Historias para no dormir + historias de bondis en buenos aires = Hoy fue el día en el que…