Buenos Aires, 5 de marzo de 2013
Llevaba sin ver a mi madre un año y medio. No recuerdo haber estado tan separado de ella nunca. Su desconocimiento de las nuevas tecnologías, unido a cierta falta de medios, hizo que apenas nos comunicásemos una vez a la semana para mandarnos correos electrónicos contándonos qué tal nos iban las cosas. Mi madre y yo nos tenemos uno al otro, así se resume. Sabemos que por nuestro carácter no podemos vivir juntos. Desde la adolescencia tuve claro eso, aunque por temas económicos y circunstancias varias ha coincidido que hayamos ido y venido una y otra vez. Creo que, al menos a mí, me sienta mejor separarme un poco, pero hasta ahí, porque luego la quiero mucho, y me siento muy en deuda con ella por todo lo que ha hecho durante su vida por sacarme adelante, así que doy señales de vida pronto y me aproximo. Ha sido siempre una relación dura, de choque, como si ninguno pudiese perder y tampoco ganar, como dos personajes que sabes que les pase lo que les pase siempre seguirán juntos pero no revueltos, que se suele decir. En este tiempo que he pasado sin ella la he extrañado, he pensado mucho en conversaciones que tendríamos, y he simulado en ocasiones que estaba a mi lado y que compartía con ella ciertas cosas. En estos dos meses he podido hacer algo de todo ello, sin el romanticismo de la nostalgia que envolvía cada pensamiento maternal que tenía, pero que, un día después de despedirla en el aeropuerto, y ver cómo lloraba emocionada, me hace sentir que al menos hemos podido disfrutar de buenos momentos juntos.

Gracias a mi buen amigo, Cristian Torres, que me dejó amablemente su piso para que se pudiese hospedar mi madre estos dos meses que él no estaba, pudimos estar muy cerca el uno del otro, hacer turismo por la ciudad y ciertamente me valió a mí también para descubrir sitios que no conocía o a los que por h o por b no había ido aún. Y es que durante el curso, mi implicación a los estudios ha sido total, y he dejado el apartado “hacer turismo”, para cuando coincidiese gracias a la música, que como ya comenté, me trae y me lleva de un lado para otro en una suerte de turismo accidental que me fascina.
Comimos de maravilla –conseguí estar dos meses sin pisar la fábrica de pizzas-, vimos mucho pero que mucho cine –intentaré subir los comentarios de cada película que he visto a este blog, aunque me llevará mucho tiempo-, nos encontramos (en su caso conoció) a la gran mayoría de mis amistades acá, y hablamos, planeamos, y soñamos juntos. Es pronto para saber cuándo nos volveremos a ver, aunque ahora, justo ahora mismo, tengo la sensación de que será más duro pasar tiempo lejos, porque cuando te encuentras con tu raíz, con tu sitio –y mi madre me retrotrae a todo eso- te sientes luego más lejos y por lo tanto con más ganas de regresar al que siempre fue tu mundo, tan distinto a este que tienes frente a tus ojos y donde toda tu historia tiene apenas un año y medio. No sé si logro explicarme, es un sentimiento algo confuso.

Dentro de una semana arrancará todo de vuelta. Aquí seguiremos.
Ha sido un verano excelente. ¡Todo va dabuten!
Gracias por estar del otro lado.
Un abrazo.
0 comentarios:
Publicar un comentario