Sucede que a veces cumples un sueño, y quizás pueda parecer que uno peca de materialista cuando afirma sin rubor que siempre soñé con tener una moto. De esas cosas que uno quiere experimentar en la vida y con las que fantasea una y otra vez a medida que pasan los años. Hace unas semanas se hizo realidad. Sin darle más vueltas, sin pensarlo mucho; lo hice. Necesité la ayuda de un par de amigos (Fabricio y Fernanda) y de mi madre, pero finalmente conseguí experimentar la sensación de subirme a una moto y hacerla mía, y volar, y sentir en viento en la cara, y la impresión que puede llegar a dar transportarte en una moto, solo, con las luces de la ciudad como únicas testigo, y una recta de oscuro horizonte por la que avanzas sin mayor deseo que ser engullido por el infinito, e incluso te crees poderoso, y no importa siquiera saber a dónde ir, sólo importa descubrir nuevos lugares, correr hacia delante, como en una huida, como si escapases de algo y nada ni nadie pudiesen detenerte.
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Aquí estoy con mi moto nueva. Como un niño. |
Los que tenían moto en el colegio eran los más capos. Las cosas transcurrían a otra velocidad para ellos. La moto, sí o sí, es rock. La moto les hacía poderosos, podían llegar antes en los sitios, e incluso hacer que pareciese que estaban en todas partes. Podían llevar a alguien, y sólo a alguien, algo tan necesario a veces, cuando quieres perderte con una única persona, que además se siente única porque la has elegido a ella como acompañante. No me digáis que no tiene su fantasía tener una moto. Yo no tenía, y nunca estuve ni cerca de tenerla, así que me conformé durante una temporada en recorrer en bicicleta toda la ciudad, algo que con el tiempo se hizo inviable porque el trayecto de más de media hora pedaleando por todo el centro de Vigo es insufrible, cuestas aparte, debido a una configuración desastrosa de las calles, y al temor –más que realista- de morir en el intento. Llegar sudando a las clases no era bocado de buen gusto, y tener esa extrañísima sensación de no querer volver a casa al terminar la escuela, era algo que no debía permitir, y por eso dejé la soledad de la pedalada, para volver a mi autobús escolar número 6 con mi amiga Sandra, y mis amigos Calderet’s y el Plumas.
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Dylan en su moto con un amigo |
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La motocicleta original de Ernesto Guevara de la Serna "Che" |
El otro gran inconveniente, más allá de la peligrosidad que entraña conducir por una ciudad del tamaño de Buenos Aires, es la lluvia. Dejemos de lado el estado deplorable de las vías, y pensemos en que conducir bajo la lluvia es una faena. La verdad es que no apetece, y es difícil no llegar empapado allá donde vayas. Con eso de que estamos en verano aún no me ha coincidido vivirlo en primera persona, pero intentaré estar equipado para cuando eso suceda.
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Cartel de la película "Diarios de Motocicleta" |
¿He dicho que me parece preciosa? La verdad es que me encanta. Si, lo sé, estoy como un niño con zapatos nuevos, pero déjenme disfrutar. Mucho tiempo he esperado este momento. Pequeñas cosas de la vida que le hacen a uno feliz, ya ves.
Escogí la marca Zanella, producto nacional argentino, y el modelo Rx 150cc G3, en color negro con rayas rojas, a juego con la furgoneta del Equipo A, que tantos recuerdos me trae de la infancia.
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Ficha técnica de mi moto Zanella Rx 150cc G3 |
Abran paso.
Rum, rum, hace mi moto.
Canción "Rum Rum" - Pereza
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