Buenos Aires, 28 de septiembre de 2012
[Esta es la continuación de el post anterior. Aún quedan más partes por subir. Lo haré en los próximos días]
Agosto fue un mes bastante intenso para mí. Quizás el más intenso y activo de toda mi experiencia bonaerense. Di un concierto cada tres día, un total de siete, me presenté a varios exámenes finales de la carrera, trabajé en el hostel, empecé el nuevo curso, y esto y lo otro. Un mes muy cargado que coincidía con el plazo inicial, que me había puesto cuando pisé este país, para volver a casa. Estar un año, aprender todo lo posible, vivir la experiencia al máximo y volver. Las cosas que pasaron este mes me hicieron pensar que podía crear algo interesante. Se consolidó un grupo de cinco-seis personas con las que nos reuníamos a ensayar semanalmente, “los niños perdidos” tomaban cuerpo y forma y dar tantas fechas juntos nos unió mucho y nos hizo disfrutar de algo que a todos nos encantaba. Las canciones se pusieron a tono, pillaron color y aroma, y las ofrecimos noche tras noche con todo detalle a quien vino a escucharnos. Me sentí de nuevo en el tren musical, con esa sensación de ir cambiando el paisaje de a poco, noche a noche, de sentirte a gusto. Luego sucedió lo que sucede siempre, que la gente tiene otras cosas que hacer, otras prioridades, y vivir de esto, sacar beneficios, y conseguir mantener ese ritmo es muy complejo, y claro, un mes al máximo, y el siguiente a cero. Lo de siempre. Nada que no sepa a estas alturas. Y que además, cuando no tienes una infraestructura detrás que lo apoye y sustente pasa de ser difícil a ser proeza, porque uno no es una máquina, y a veces da y otras hierra, a veces sale el numerito y otras da ocupado.

Sé cómo están las cosas en España. Sigo las noticias todos los días. Me muero de rabia, de pena, y muchas veces del asco que me dan según qué cosas. Cuando llegué aquí evité hacer comentarios de ningún tipo sobre la política o la economía argentino. Ver y callar. Aprender, conocer, descubrir, informarse, y más tarde opinar. Por ahora sigo sin saber demasiado, pero ya tengo cierta experiencia viviendo aquí, como para darme cuenta que la sensación de inseguridad y de falta de transparencia es total. La inestabilidad, y la percepción de que todo pende de un hilo es enorme. Hay una canción popular que reza “lo atamos con alambre”, recordando que cuando algo va mal, en lugar de cambiar las cosas, mejorarlas, o buscar soluciones, se le pone un alambre, se ata como se pueda, y ¡Hala! ¡A seguir adelante! Y claro, eso tiene sus consecuencias. Los precios han subido tres-cuatro veces en este año. Nunca han bajado. La gente me dice que nunca veré los precios bajar, y eso me parece si cabe más alarmante, porque los sueldos apenas suben. Sube la inflación, se cierran las fronteras, apenas se importa nada, se exporta poco, y el país se mira el ombligo en un incomprensible alegato al amor propio, que no tiene –para mi humilde opinión- un sentido lógico claro, una pataleta, una rabieta, que consiste en decir “yo me lo guiso, yo me lo como”, y no necesito nada de nadie. Y eso puede colar desde fuera, más allá de la puerta de la calle uno no sabe qué se cocina dentro, pero cuando estás aquí, y ves cómo están y cómo funcionan las cosas… perdone usted, pero algunos progresos sí que deberían estar en la lista de “urgencias”. Aquí hay quien vive muy bien, quien vive muy mal, y quien se la pasa quejándose, y haciendo números, mientras ve que en otros sitios se lo montan mucho mejor. Hay muchas cosas de la política que me recuerdan a mi país pero llevados al otro lado del charco, con un toque latinoamericano inconfundible, y con sabor sureño. Un pasado para olvidar, otro pasado promocionado y recordado como “aquellos días de gloria”, un “donde dije digo, digo diego” de los políticos actuales, un “aquí no pasa nada”… hasta que pasa, y la sensación de que todo el mundo tiene una maleta preparada, ganas de largarse “alén de los mares”, y todos los dólares que han logrado comprar o cambiar en el mercado negro, porque otro mercado no tienen, ya que el gobierno ha establecido el manual del buen y honrado argentino y conmigo o contra mí, así son las cosas y así las hacemos nosotros. Yo sólo sé que no se mucho, y casi que prefiero seguir así. Conozco gente muy interesante y me encantan muchas cosas de este país, esa rabia, esa pasión, ese carácter, hay casta, orgullo, valor. Mal hablando; hay huevos pero falta cabeza… a veces, claro, porque la intelectualidad argentina es fina e incisiva, y que nadie se olvide que en este país todos son psicólogos.
Los precios han subido mucho, y eso siempre molesta, claro. Yo sueño siempre con ahorrar para poder llevar a cabo algunos de mis proyectos artísticos, y además porque uno siempre tiene algunas ilusiones que cumplir, a las que por desgracia alguien a puesto precio, y aunque la mayoría no se venden en tiendas, algunas de ellas exigen que al menos tenga la deferencia de pagarle a determinadas personas para que dediquen su tiempo a ayudarme a cumplir mis caprichos vitales, que es lo que ocurre cada vez que uno quiera grabar, fabricar y promocionar un disco, por ejemplo. Ahorro para tantas cosas que mis amigos se mueren de risa, con la amplia lista de cuentas y sobres de ahorro que tengo. Por ahora no estoy ni cerca de poder materializar ninguno, así que habrá que seguir de a poco sin desesperarse soñando con que algún día llega la ocasión, y si no, recordar que lo importante es disfrutar del momento.
[Si quieres engancharte a la historia, puedes hacerlo a traves de la pestaña "personales". En el futuro buscaré una forma de acceder directamente a los dos diarios personales que he publicado en este blog; "Las 100 páginas de mi aventura en Cuba" (2005-06), y "Mi diario en Buenos Aires" (2011-12) . Hasta ese momento, podéis valeros de la columna de la derecha, buscando por fechas]
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