11.- Calma chicha (parte I de II)
Buenos Aires, 16 de diciembre de 2012
Dicen que después de la tormenta, llega la calma. Así es. He pasado unos meses en los que no encontré el momento para escribir, y tampoco tuve ganas. Necesitaba tiempo. Me encerré en el estudio casi sin darme cuenta. Ese es mi cable a tierra aquí. Venir a vivir a Buenos Aires te da múltiples opciones. Sigo pensando que es una gran aventura, y me sigo sintiendo un afortunado, un poco incauto quizás, y no sé si valiente como me dicen algunas amistades, pero sí o sí un tanto inconsciente, porque… cuando aún me preguntan cómo se dio esto de venirme acá, sigo pensando la de casualidades que se dieron cita para que finalmente esté donde estoy, y cómo una decisión que de primeras parece nimia, puede llegar a convertirse en fundamental en tu vida.
Uno busca motivos que lo aten a un plan, a un sitio, a un objetivo, y en el fondo pienso que en realidad no deberíamos preocuparnos tanto por la meta y sí mucho más por el camino, por disfrutar cada instante, preocuparnos menos por preparar una buena respuesta, y hacernos más preguntas. Creo que la gracia, la sal de la vida, está en descubrir, en aprender, en experimentar, en conocer,… de pequeños jugamos, todo gira en torno al juego, el juego hace que compitamos, que nos demos a conocer, que superemos nuestros límites, que nos divirtamos, que exploremos,… de mayores perdemos un poco eso.
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Aquí está tocando la guitarra Pato Romero. La chica es Lucía Muniagurría, amiga con la que paso mucho tiempo. El que menos se ve, soy yo. |
Estoy aprendiendo. Principalmente música, mucha música. Quizás no hay un objetivo claro ni determinado. Estudio piano, aunque quizás no llegue a ser nunca un gran pianista. Estudio canto, estudio armónica –y me maravillo de la cantidad de sonidos que se le pueden sacar a algo tan pequeño y aparentemente/falsamente básico-, estudio guitarra, lenguaje musical, armonía, etc. Toco en un ensamble en el que preparamos canciones de estilos musicales que me son ajenos, y con los que no disfruto demasiado, pero con los que aprendo. Toco con mis amigos, con “los niños perdidos”, colaboro con amigas decorando sus canciones, escucho mucha música, tomo referencias, etc. Y todo ello, me está haciendo desarrollarme como artista, y me siento bien. A eso le ponen nombre, planes de estudio, calificaciones, tareas, ejercicios prácticos, etc. Pero lo que realmente me importa es que cada día la cocina está más llena de instrumentos e ingredientes, y que luego soy yo quien me hago el plato que me apetece, y quien quiera está invitado a probarlo y a degustarlo conmigo en un concierto, o en su casa, su coche, su oficina… es parte de la magia de la música; lo invade todo. Siempre he hecho lo mismo, sólo que ahora tengo más posibilidades. Cuando no tengo nada, cuando me cuestiono qué estoy haciendo, paro un segundo y pienso que estoy aprendiendo lo que me gusta, y eso lo compensa todo.
Llevo mal las rupturas, es cierto. Soy de no dar mi palabra si no tengo claro que voy a cumplir con algo. Lo normal es que no puedas contar conmigo, que no esté en la lista, que no confirme presencia, que no forme parte. Pero si me comprometo, lo hago de verdad. Si algo me gusta, me gusta en serio, me gusta de veras. Vivo la vida con mucha pasión, con entusiasmo. A veces me da la sensación de que estoy siempre al límite, como si no existiese mañana. No sé de dónde me viene eso, pero me gusta que sea así. A veces me juega malas pasadas mi impronta, ser tan acelerado para según qué cosas, las ansias de que cada día pase algo diferente, la impaciencia, que se entremezcla extrañamente con mi capacidad de ser constante en aquellas cosas en las que creo. Y, aunque voy y vengo, aunque no paro quieto mucho rato, cuando he estado con alguien de verdad, cuando me he responsabilizado –que ha sido muy pocas veces- lo he pasado fatal en el momento de la ruptura, seguramente porque con esas pocas personas, -hoy evitaré decir su nombre- nunca quise terminar.
Luego pasa el tiempo y lo ves todo en frío, y tratas de hacer un análisis más objetivo, pero ya no tiene gracia ninguna. La gracia estaba en el instante en el que aquello te parecía el centro del universo, en el que creías que todo giraba en torno a la otra persona, y en el que te desesperabas en tu habitación rememorando sus palabras, sus gestos, releyendo los mensajes, viendo fotos, y preguntándote cómo pudo estropearse todo, porque para mayor incidencia, he tenido la mala fortuna de que en mis relaciones, no me he portado mal, que es algo que quieras o no, siempre te pone las cosas más fáciles. Me explico: si sabes que has estado mal, que te has equivocado, que no has estado a la altura, si conoces tus errores, puedes en el futuro no volver a caer en ellos. Si tú mismo asumes que has fallado, la próxima vez le pondrás más ganas para hacer las cosas bien. Pero… ¿Y si no tiene nada que ver contigo? ¿Puede realmente no tener nada que ver contigo? Pero… si una relación es cosa de dos ¿Cómo no va a tener que ver contigo? Y entras en la espiral de nuevo, de preguntarte quién tiene la culpa, qué estuvo mal, cual fue el error… y es insano, y no lleva a nada, porque suele ser más simple de lo que uno cree, y porque muchas veces la respuesta está del otro lado, no en ti. Si es que somos mucho de mirarnos a nosotros mismos, y no nos damos cuenta de qué tenemos a nuestro lado. Así que tuve una ilusión y la perdí. Terminó.
Para encontrar el equilibrio volví a mi centro aquí; el estudio. En eso he estado todos estos meses. Cada vez el nivel es mayor, cada vez empleo más horas en ello. En una semana sabré cómo son los resultados finales. Llevo 16 meses en Buenos Aires. Vine por un año, pero ya véis, la cosa se ha ido alargando, y es que siento que en una escuela como la EMBA es mucho lo que puedo aprovechar y mejorar. Tengo muy buenos profesores y una relación muy buena con ellos. Hay un método de trabajo y estudio muy interesante y muchos medios a mi disposición, y es algo que me quedará para siempre. Desde luego se lo recomiendo a todas aquellas personas que les guste la música y quieran aprender. Me aplico largas jornadas, desde nueve o diez de la mañana hasta las siete, ocho, o incluso nueve de la tarde. Es cierto que en la escuela tengo gran parte de mis amistades argentinas, y que cada día más se va consolidando mi amistad con unos y con otras, así que hay tiempo para relajarse, pero siempre en un ambiente que creo que es muy conveniente para lo que quiero hacer en un futuro.
De mi vida aquí no he tocado casi nada. Siento que apenas ha habido cambios sustanciales. Sigo viviendo en el Magandhi Hostel (por raro que parezca), y sigo viendo cómo van y vienen huéspedes. Algún amigo/a me ha ido quedando de su paso por aquí, pero en este tiempo se puede contar con los dedos de las manos quien se ha mantenido viviendo aquí de forma permanente desde que yo llegué; pocos, muy pocos. Su buena ubicación ayuda a que no me haya movido. Eso, y que no quiero gastar más en hospedaje yéndome a otro sitio más caro. Mejor malo conocido…
He trabajado durante cerca de 9 meses como encargado/recepcionista los domingos, en extensas jornadas de 14 horas, a veces relajadas (dejándome tiempo para hacer mis labores musicales en internet), a veces estresantes y agotadoras, teniendo que multiplicarme por varios, y estando en varios sitios al mismo tiempo. No se puede hacer, pero puedes lograr que parezca que sí. A mí personalmente me sube la tensión cuando me veo obligado a ello. Ahora me tomaré los meses de verano argentino y vacaciones, para repensar el asunto, porque os puedo asegurar que lo que cobro es ridículo, tanto, que no tengo ningún amigo argentino que esté dispuesto a reemplazarme en el puesto. Lo hago porque me cae bien el dueño, porque no supone un gran esfuerzo para mí, y porque lo poco que me gano mitiga mis gastos, e incrementa algo mis ahorros, siempre con vistas a poder sacar algún proyecto musical en el futuro con mi propio sello, siendo independiente como lo he sido siempre hasta ahora, a pesar del sobre esfuerzo que conlleva, y lo caro que sale.
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Aquí están algunos de mis mejores amigos, parte de "los niños perdidos" de Argentina. En el saxo; Facu Torella. En la guitarra solista; Patito "pichichi" Alvarez. En los coros; Cristian Torres. Yo le doy con furia a la guitarra española. |
Sigo pensando que un chico solo, con apenas una maleta, y una guitarra, difícilmente puede llegar muy lejos. Puede intentarlo, y debe dar lo mejor de sí mismo, pero es muy complejo que consiga que sus canciones lleguen a muchas personas, más aún cuando tienes según qué valores e ideales. En este país vive casi tanta gente como en España, es siete veces más grande, pero un tercio se aglutina en la provincia de Buenos Aires, eso convierte la capital en una olla en ebullición. Hay cientos de propuestas culturales cada día. Las distancias se hacen inmensas en ocasiones, más para alguien que se maneja en medios de transporte públicos, y no sé por qué, pero los días no dan, las horas no alcanzan, y las energías se consumen muy rápido. Voy haciendo algunos conciertos, algunas entrevistas para radios locales, y pasando de mano en mano los discos. Quienes me conocen saben que le pongo todo mi empeño en compartir mi música. Vivir de componer e interpretar tus propias obras musicales es algo al alcance de muy pocos, eso lo supe siempre, pero por eso no me lamento de haber renunciado a tantas cosas, que no salen en los programas musicales de la tele, por poder hacer lo que quiero hacer. Es el peaje que uno ha de pagar. Y no me arrepiento. Y disfruto cada vez que me dan bola, y puedo subirme a un escenario, y cada vez que algún amigo se aprende un tema y lo toca conmigo, y cuando alguien se lleva el disco para su casa y luego te comenta qué sensaciones le produjo. La música es comunicación. Las canciones están llenas de historias, de ideas, de vida. Estos meses he seguido actualizando mis páginas y perfiles en red como siempre, y abierto nuevas vías, nuevos lugares de encuentro para quien quiera acercarse.
No ha habido muchas novedades. En julio y agosto, se había creado un grupo sólido de “niños perdidos” que tocaban conmigo. Hicimos muchos conciertos y presentaciones. Se armó algo lindo con los ensayos, y lo pasamos bien. Luego, en septiembre, bajamos la intensidad, y ya no se retomó. Cada uno se centró en sus cosas y estos meses las actuaciones que salían las hacíamos en petit comité. Es algo que tengo siempre presente. Si quieres hacer un proyecto profesional sólido, hace falta una implicación total, y por desgracia dinero. Nosotros lo pasamos bien, nos llevamos bien, disfrutamos,… pero no tenemos medios. Ya conseguimos mucho cuando durante un mes nos la pasamos tocando cada tres días, pero eso, un mes. Por eso, sigo empeñado, en armar algo grande para mi próximo disco, donde pueda contar con un grupo humano, de músicos y de colaboradores de diferentes disciplinas artísticas, con los que trabajar a diario codo con codo, de forma casi que exclusiva en un proyecto, porque de lo contrario estás limitado. Tú sólo puedes hasta un punto, luego ya no, y es que además no tiene sentido, porque uno es músico, no diseñador, ni fotógrafo, ni comunity manager, ni agente comercial, ni video creador. Y si, en torno a un proyecto grande hay un montón de personas que desempeñan cada uno una función irremplazable. Viajar solo, tocar solo, llega un punto que te consume. Los colaboradores están un día, en un momento, una etapa del proyecto, luego desaparecen. Su implicación es ocasional. Ahora estoy armando algo para hacer en un futuro, en el cual tengamos un equipo de trabajo, cada uno con su función, y que la música, las canciones, se nutran del talento de cada uno. Quienes están del otro lado, saldrán ganando, porque sonará más, sonará mejor, y se verá más lindo. Necesito tiempo, porque necesito dinero, pero es mi objetivo de futuro.
[esto va por fascículos, así que en los próximos días la segunda y definitiva parte de este capítulo]