[...esto es una continuación del anterior y aquí termina este capítulo]
[pueden encontrarlos todos en la etiqueta "personal" (columna de la derecha)]
Cumpleaños de los Rives
¡Si me lo llegan a decir me preparo! Era un cumpleaños muy especial y así me sentí yo cuando me invitaron. La verdad es que no me lo quería perder porque de algún modo quería que supiesen que les aprecio mucho y que les estoy muy agradecido por cómo me tratan. Ambos celebraban juntos sus respectivos 50 años, que habían cumplido esos días, ya que casualmente los dos están de cumpleaños por las mismas fechas. Es muy habitual alquilar salas de fiestas. En España eso hace tiempo que no lo veo, y creo que ya quedó desfasado, al menos con la regularidad con la que se hace aquí, donde se suele alquilar este espacio y montar una fiesta. Comida, bebida, baile, y charla. Una mezcla infalible vayas donde vayas. Siempre triunfa. Me hicieron sentir muy especial cuando dispusieron todo para que tocase para toda la gente allí congregada. Hice lo que pude, y lo que la garganta me dejó durante el primer tema que canté, y no hubo más porque para el segundo ya no daba. Luego, con muchos cuidados, logré reponerme al día siguiente, para el domingo volver a cantar en directo en otro sitio. Del cumpleaños recuerdo a la gente muy bien vestida, ver cómo todo el mundo bebía y cantaba, la música -prácticamente toda latina, e incluso diría regionalista y tradicional- y chicas bailando... me suelo fijar mucho en esto; chicas bailando.
Migraciones
Mi estancia como turista no puede durar más de tres meses, así que mi visado vencía. Tuve que acercarme al dpto. de migraciones, y además de conocer la zona de Retiro, desde la que salen todos los trenes de la capital al resto del país, también tiene allí emplazada la estación central de autobuses que te llevan a distintos puntos de argentina, y también de chile, de uruguay, de paraguay, y de perú. En Migraciones, y habiendo pedido cita previa no tuve que esperar nada, y fue una suerte, todo iba realmente rápido. Al faltarme ciertos papeles y documentos, no podía solicitar (aún) la visa de estudiante, que me permitiría permanecer en el país seis meses más, de este modo, la única salida que me quedaba era pedir una extensión de mi visa como turista por otros tres meses, hasta febrero, y eso fue lo que hice. La conseguí a cambio de 600$AR (100€). Eso es lo que cuesta un sello. Un coste injustificado con el que la administración se saca una buena tajada.
Asuntos de palacio. El punto curioso de mi visita a aquellas oficinas, que podría no haber durado más de media hora, fue explicar cómo finalmente permanecí allí casi tres horas.
- Perdone, ¿Sabe dónde podría hacer fotocopias por aquí cerca?
- Si. Tiene la fotocopiadora ahí mismo.
A tener en cuenta, que estos edificios gubernamentales y en esta zona concreta de la ciudad, rodeada de vías de tren, de estaciones de bus, de parques, y lindando con el río, no cuenta con locales comerciales, por consiguiente, resulta imposible buscar fotocopiadoras, de ahí que... el propio edificio cuente con un servicio para hacer fotocopias, fotocopias indispensables para realizar los trámites. ¡Yeah!
- Disculpe, ¿Esta cola para que es?
- Es para la fotocopiadora
- ¿Cómo?
- Si. Es la cola para la fotocopiadora.
- Pero...
(Mi interlocutora sonríe) ¡¡Bienvenido a la Argentina!!
Yo me pregunto a mí mismo ¿Cómo es posible que aproximadamente 80-100 personas estén haciendo una cola para hacer una fotocopia? ¡¡Es imposible!! Es decir... ¡En mi vida había visto algo similar! Puede que vayan lento, puede que no tengan mucho personal, puede que haya pocas máquinas, puede que se acumule mucha gente,... y puede que simplemente sea un desastre descomunal. Mientras algunos funcionarios miraban con despecho la cola, e instantes más tarde su reloj, o el culo de alguna chica, yo me hacía preguntas sin mucho sentido, creyendo imposible lo que estaba sucediendo y con esa condición tan personal de estar a punto en todo momento de liarla. Quería solucionar aquello de inmediato. No ser un heroe, sino tratar de organizar aquello para que todos saliésemos ganando, y no, no debería de ser tan complicado, de veras que no. Hay un momento en la vida de toda persona que vive haciendo cola que se siente asaltado por las dudas, los temores le vencen y a punto está de rendirse. Abandonar una cola, en la que ocupas una posición intermedia y en la que llevas viviendo las dos últimas horas es un error, es de cobardes... las colas se hacen para estar hasta el final, pero al contrario que en los parques de atracciones, donde cuidan a sus clientes advirtiéndoles de que subirse a esa excitante atracción les consumirá 50 minutos de cola a pleno sol (algo que logra que olvides tus temores, y que estés deseando acabar de una vez con todo), aquí no son así. Aquí un cartel advierte de que a las cuatro de la tarde no atenderán a más nadie, sea una, dos, o veinte las personas que se queden colgadas, esas tendrán que volver al día siguiente ¡¡Pero si es una fotocopia!! ¡¡Ni que estuviesen pidiendo una audiencia con el Rey!!
Todo este tipo de situaciones son ridículas. Me indigné, aunque no lo manifesté por no liar una bien gorda, y porque a mí no se dirigió en ningún momento, con un funcionario de muy malos modales, que bromeaba con las personas que acudían a realizar sus trámites, que trataba de forma bien distinta a hombres y mujeres, mandando a su casa a muchos de los primeros, e invitando a la suya a muchas de las segundas, con comentarios fuera de tiesto, y una discriminación patente según tu país de procedencia, que entre otras ocurrencias, mandaba a la "cola de la fotocopia" a personas que traía sus fotocopias, pero no con la nitidez que este desgraciado creía oportuna. Luego de burlarse de una señora a viva voz y de hacer que el resto de personas supiesen que él organizaba el cotarro, sin acreditación a la vista, sin uniforme ninguno, y moviéndose de un lado para otro, parecía satisfecho con todo aquello. De dudosa higiene personal, me recordó a Torrente por su aspecto físico, y estuve a un tris de estampar su nombre en un libro de quejas, además de reubicarle en el lugar que le corresponde para que se fuese a casa con cierta picazón, pero guardo cierta capacidad para controlarme, capacidad que he adquirido quizás con los años, y que mis amigos recordarán de cuando era adolescente. Antes me cabreaba con el mundo, pero ahora reconozco enseguida a los culpables.
Finalmente llegué a mi destino. Por fin era el primero de la cola. Uno siempre se siente satisfecho cuando es el primero. Es curioso. No importa lo que has sufrido ni los que llegaron antes que tú, te vas y echas un vistazo a todos los que permanecen en esa cola, y te dan pena, sientes lástima, piensas que algún día les llegará su turno, pero que son unos infelices, vuelves la vista al gordo y sudoroso funcionario que continúa esbozando una estúpida mueca de autocomplacencia, y le miras con desprecio y desafiante, mientras carraspeas la garganta y te planteas lanzarle un esputo y salir cagando ostias antes de que todo se complique... pero no sucede nada de todo eso. Sólo lo llevas dentro. Por fuera nadie nota nada. Dos horas en una cola te pueden convertir en un asesino en serie. ¿Saben que? Tenían razón cuando pensaban que posiblemente sólo habría una persona haciendo fotocopias. A la señorita no le gusta su trabajo, y te lo demuestra con el desdén con el que lo realiza, pero no van a buscar a una sustituta porque... ¿A quien le gusta hacer fotocopias todo el día? Valiéndose de eso pasa, pasa de las fotocopias, de ti, de la cola, y de todo. Les dejo un detalle para la reflexión: nos equivocamos al pensar que sólo habría una máquina; mentira. Había tres máquinas más, nuevas de paquete, allí relucientes y vírgenes, deseando ser prendidas y realizar su tarea, más agradecidas que la operaria, y que no se usaban porque... nadie quería que se usasen. Estos sinsentidos son los que tanto daño hacen a latinoamérica. ¿Para qué tener a 70-80 personas paradas delante de una máquina fotocopiadora media mañana?
El castigo lo sufre el país, no el que hace la cola.
Una de las carácterísticas que más me han llamado la atención de la gente con la que me llevo (no toda, claro) es que en muchas ocasiones portan bombas de humo. Las bombas de humo pueden ser utilizadas en cualquier momento, a poder ser deben coger por sorpresa, un as en la manga, una vía de escape, la mejor de las excusas, porque es la no excusa, o la madre de todas las excusas, según se mire, es el "ahora me ves, ahora ya no me ves... cruzo la pared y hago chas". Es ese mensaje en el último momento que lo cambia todo. Es el amigo que hace un momento estaba aquí mismo y... ¿dónde se ha metido?. Es el teléfono desconectado, el mensaje que se lee tres dias después de ser mandado, y se contesta en tu próximo cumpleaños, es el "no sabes qué me ha pasado". La tan famosa historia de la abuela que se ha muerto tres veces. Pobre, no tenía suficiente con morirse una vez, que va y se muere tres veces; el día que habíamos quedado para hacer un trabajo, aquel día del partido, y cuando teníamos que ir a comprar el regalo de fulanito. Es ese malestar general que no sabes que es pero que duele, y que aparece justo el día menos oportuno y sin avisar... ¡Por que el dolor no se avisa! Y es que menos fiable el "vamos a ver" o el "dale, lo hablamos", de un argentino que el 1 a 1 del dolar y el peso. Por fortuna no todo el mundo actúa así, ni mucho menos, pero sí es algo que sucede más que en España, donde algunos de mis amigos también tienen el carnet de la armería donde se surten con sus queridas "bombas de humo". Aquí, y con el paso de los meses, he aprendido a contar con el factor sorpresa de última hora. Mi querido Tomás "bomba de humo" Leone, lo aplica a gustazo, pero los hay mucho peores. Hace poco, me llevó a casa de su familia, y conocí a su madre (Laura, un encanto de persona), y a sus hermanos, Nico (un calco en pequeño de Tomy) y Carol (artista de la moda, y guapísima). Tom y yo seguimos todo el día juntos y lo pasamos genial. Tenemos montones de planes por hacer.
Me despido. Trataré de controlar para el próximo capítulo no esperar tanto a que se acumulen decenas de historias que contar e ir haciéndolo de a poco. Tenía la necesidad de poneros al día sobre todo lo que había estado viviendo estas últimas semanas, ahora que se cumplen tres meses desde que estoy aquí. Lo cierto es que cuando pasa el tiempo y uno relee todo lo vivido es capaz de hacer mejor balance sobre cómo ha ido desarrollando su vida. Me resulta un ejercicio de lo más rendentor, además, compartirlo me sirve para sentirme conectado con muchos amigos, y para escuchar otras voces que lo perciben desde fuera.
Os dejo unos detalles. Según datos del año 2010, España cuenta ya con 47 millones de habitantes. Argentina está exactamente en 40 millones. Por cierto, 15 de esos 40 millones viven en la provincia de Buenos Aires, y 3 de esos 15 millones en la capital. Y es que me ha llamado mucho la atención que en este país, más de un tercio de la población se apiñe en una sóla zona, dejando un bastísimo territorio prácticamente vacío. España cuenta aproximadamente con 504.000 km2, y Argentina es seis veces más grande, con 2.791.000 km2. ¿Seis veces más grande y siete millones menos de personas? Hagan sitio.
3 comentarios:
¡¡Ay qué manera de reírme!!!!
Samuel, quiero que me cuentes en vivo y en directo lo de las fotocopias ajjajajajajj!!!!!!!!!
Tio¡¡¡ tienes la agenda llena de conciertacos... quien fuera argentino en Buenos Aires¡¡¡
Dale duro Samuelín, que tu eres un grande¡¡¡
Salud y un abrazo¡¡¡
Grande Joaco!! Gracias por tus palabras de ánimo!! Haré todo lo que pueda!!
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