14.- El tiovivo (parte I de II)
Buenos Aires, 20 de abril de 2013
Aquí hay gato encerrado. Algo no encaja. Soy poco amigo de comentar nada que no conozca a ciencia cierta, ya sabeis, eso de hablar por hablar no va mucho conmigo. Prefiero callar y aprender. Cuando me preguntan por la situación política argentina, callo. No conozco lo suficiente como para emitir un juicio, así que no opino. Lo que sí tengo claro es que después de 20 meses viviendo aquí, hay muchas cosas del gobierno que no me encajan. Su discurso es hueco, altamente populista, y en cada comparecencia que hacen siento que se activa la máquina de humo, que opera siempre a pleno rendimiento. Amanezco con una noticia, salgo a la calle y me encuentro otra que poco o nada tiene que ver con lo que me cuentan. No soporto la mentira, ni que me traten como si fuese un número, o un voto, que al fin y al cabo, para qué negarlo, es cómo nos tratan, aquí y allá.
No me sorprende la apatía política que existe en España ante los reiterados casos de malversación de fondos, corrupción, evasión fiscal, etc. que protagonizan día sí, día también, los responsables políticos de nuestros gobiernos, locales, autonómicos, estatal,… todo parece estar contaminado, y queda relegado al romanticismo más nostálgico, aquello de pensar que uno se dedicaba a la política por una vocación personal de querer servir a los demás, casi con un sentimentalismo psudo-religioso, de cooperación, servilismo, y compromiso ciudadano. Lo más manido, el discurso al que todos los ciudadanos de a pie se acogen, es el de repetir que “todos son iguales”, no sólo para indicar que no hay grandes diferencias entre los dos grandes partidos, no sólo para constatar la muerte por desarraigo de los ideales y los valores político-sociales, sino como triste asimilación de que la clase política española está infestada de ladrones, mangantes, corruptos, mentirosos, e incompetentes. El sistema está enfermo. Nadie cree en él, y nadie parece encontrar una solución que lo mejore o arregle. ¡Ay! ¡Qué recuerdos tengo de cuando era adolescente y la política me resultaba tan interesante! Lo cuento con melancolía, no creáis. Ahora me da asco, qué queréis que os diga.
Deberíamos ponernos un poco anarquistas; prohibido prohibir. Desde el gobierno argentino anuncian que durante un par de meses se ha llegado a un acuerdo para congelar los precios ¿Qué? Me quedo frío al escucharlo. Congelado. Repito ¿Qué? ¿Dónde? ¿Vivo en otro lugar? ¿Hay un carnet especial que diferencia personas en este país? Lo digo porque yo vivo como uno más, salgo a la calle, y eso no se ve por ningún lado, es más, es mentira, es ridículo, y no sucede algo así más que en la mente de quienes tratan de autoconvencerse de algo semejante. ¿De verdad ellos mismos lo creen? ¿Cómo pueden reírse de la gente y salir airosos? … ¡Qué vamos a decir nosotros los españoles! Si es que… es verdad, no se puede decir nada porque a todos nos crecen los enanos. Nosotros participamos en una guerra cuando la gran mayoría del país pensaba que era una atrocidad, una vergüenza, y un crimen. Y allí clavaron nuestra bandera, y la ensuciaron, y nos llamaron asesinos, y tuvimos que bajar la cabeza, y un día mataron a 200 personas, y la situación se nos fue de las manos. Triste recuerdo. Perdonad si me prendo.
Aquí no se ha congelado ningún precio. Los datos que da el gobierno sobre la inflación son falsos. En el tiempo que he vivido aquí, como buen turista/viajero, he ido anotando los gastos, guardado los precios de los locales que frecuento, etc. Es sencillo calcular qué aumento ha habido en los diferentes productos en este último año y medio, y la subida es de órdago. El peso argentino no deja de devaluarse con respecto al dólar, al euro, al yen, a la libra, etc. Cada día vale menos. Ellos siguen emitiendo billetes de dos pesos (unos 0’30€ al cambio oficial – unos 0’18€ al cambio paralelo), que no valen nada, porque apenas hay nada que puedas pagar con ellos. Dicen que los sueldos suben más que los precios ¿Serán sus sueldos? ¿Será que la gente se queja siempre de todo? Si, claro, la culpa siempre es de la gente, así en plural, en grande, generalizando, que siempre es sencillo. Intentarán que creamos aquello de que vivimos por encima de nuestras posibilidades, y claro, les encanta eso. Sentimiento de culpabilidad. Ellos encantados. Compra lo que quieras, ya lo pagarás. Ellos te dan las armas, tú eres el asesino. Ellos se lavan las manos. ¿Dije antes que me daba asco todo esto? Hay que concienciar a la gente… ¿Más? ¡Por favor! ¿Aún hemos de concienciarnos de algo? Ojalá estalle todo por los aires, aquí y allá. Sigo creyendo en las personas, en la humanidad como conjunto, somos capaces de lo mejor… y a veces de lo peor. Para los españoles, para mi generación –que no se ha visto en otra igual- es un reto salir de esta, apostar por nuestro futuro y el de nuestros hijos. Es nuestro tiempo.

Ya está. Ya lo he dicho. Ya me he vuelto a meter en otro jardín. Y eso que detesto la publicidad, y jamás hago ni caso a los anuncios de precios de los supermercados, pero la verdad es que se empieza por prohibir eso, se sigue por realizar injerencias en el sistema judicial, y se termina quemando libros. Siempre que se queman libros, estalla una guerra. Aquí hay inseguridad… ¿A alguien le extraña? Hay demasiada gente que no tiene nada, y no van a permanecer callados y muertos de hambre. He visto algunas villas, ¿No las ven los miembros del gobierno? Se te cae el alma al suelo. He visto cierta riqueza, cierto lujo. Los pobres saben dónde están los ricos, los ricos dónde están los pobres, y la clase media no puede mantener el pulso mucho más tiempo. Más pronto que tarde reventará.
En todas partes crecen habas.
Y hablando de “derrumbes, derrames, destrozos, y desastres”, en estas últimas fechas, más de cincuenta personas han perdido la vida en el país como consecuencia de las fuertes lluvias y la tormenta que sacudió la zona, dejando imágenes desgarradoras principalmente en la maltrecha ciudad de La Plata, a unos pocos kilómetros de la capital donde me encuentro. Yo cenaba en casa de unas amistades cuando vi que se venía un agüacero encima. Buena parte del mismo me alcanzó en plena autopista, conduciendo la moto bajo una manta de lluvia bestial. Por suerte no tuve mayor inconveniente que el de empaparme como nunca en la vida, y tener que esperar tres días a que se secasen las prendas que llevaba. Pensar en lo sucedido me pone muy triste. Se trata de más de cincuenta víctimas ¿De la lluvia? No. Todos sabemos que la lluvia no mata, y que se tiene que caer el océano sobre nosotros para que suceda una tragedia y podamos hablar de una catástrofe natural, tal y como todos la imaginamos. No nos engañemos, aquí no ha habido ninguna catástrofe natural, y tengo que volver al tema que hoy parece que no logro abandonar… ha sido una catástrofe política.
Al día siguiente de algo así, sales a la calle, y no dejas de sorprenderte con lo que te vas encontrando a tu paso; coches amontonados los unos sobre los otros, asaltando las aceras, golpeados contra árboles; individuos que tratan de vaciar de agua sus tiendas, establecimientos cerrados por culpa de los desperfectos, mobiliario urbano hecho pelota, etc. Da pena. La solidaridad, la colaboración ciudadana, -que en situaciones así suele ser enorme, mostrando la cara más amable de cada persona- contribuyen a que el impacto sobre los más afectados sea algo menor, pero luego, los días pasan, y muchas cosas no se recuperan; si sólo fuese lo material… Lo peor es la sensación de fragilidad, el golpe emocional que supone saber que puedes perderlo todo de la noche al día. Sentir que tardarás en recuperar tu normalidad. Los que más tienen no suelen sufrir tanto porque disponen de mayores medios de prevención, y de recuperación de todo aquello que han perdido. Para que nos entendamos; si se les estropean los electrodomésticos de la cocina, se compran unos nuevos. Para la gran mayoría de personas esto supone un trauma y un quebradero de cabeza horrible.

[continuará en los próximos días...]
0 comentarios:
Publicar un comentario