Buenos Aires, 3 de febrero de 2012
Con los años uno hace cierto acopio de teorías personales. Es cierto, no tienen fundamento físico ni matemático, pero surgen fruto de la experiencia individual y del ejercicio de observación de aquello que nos rodea. Así cada cual tiene sus propias “teorías” sobre esto y aquello. La teoría de la invisibilidad (por Leví) dice que podemos llegar a resultar invisibles para los demás si nos empeñamos en que éstos miren a través de nuestros ojos una realidad paralela que nosotros deseamos proyectar pero que no siempre se ajusta a la capacidad de aquellos de descodificar nuestras pretensiones a nuestro gusto y semejanza. Esto provoca que nos estrellemos una y otra vez contra todo y contra todos porque ni ellos ven lo que nosotros, ni nosotros queremos ver lo que ellos. Es fácil de entender; para poder ver lo mismo, habría que situarse en el mismo punto y fijar la vista en la misma dirección, tanto ellos como nosotros, y aún así repararíamos en detalles significativamente diversos según la persona que mira. ¿Solución? Intentar ver las cosas desde el mayor número posible de puntos de vista, aceptarlos todos, y de la suma de ellos, tratar de hacer el collage más objetivo posible. Salirnos de nuestro enfoque y ser capaces de convertirnos por un momento en “el ojo que todo lo ve”, una especie de google maps gigante a través del cual te acercas y te alejas a ti mismo, y te observas en función de todo lo que te rodea.
He pasado bastante tiempo solo ¿Se nota? El tiempo que pasas solo puede resultar muy interesante. No hay nada como golpearte a ti mismo para saber lo que duele una ostia bien dada. Puedes pasar horas sin ponerte de acuerdo, porque aunque parezca avergonzante no hay nada más complicado que negociar contigo mismo tratando de defenderte y atacarte a la vez, de ser juez y parte,… Lo mejor es que salen buenos resultados. Salen decisiones bien tomadas, fundamentadas, bastante bien armadas de argumentos, y sueles portar una buena dosis de convencimiento en aquello que has decidido hacer. Estar convencido, estar motivado, y saber lo que quieres lo es todo. Luego los resultados llegarán o no, pero ahí puedes no tener toda la responsabilidad. En tomar tus propias decisiones, sí. Absolutamente. A veces no hay muchas salidas, a veces es turno para la improvisación, el ingenio, y otras veces sólo queda abogar por tirar de heroica. Todo ello te hace más fuerte, más seguro, y te ayuda a disfrutar de cada paso que das y a no temblar… porque a veces uno tiembla.
Otra de las cosas que te pasan cuando estás a solas contigo mismo, es que no te queda otra que conocerte. Podría escribir un manual sobre ello. Aunque no lo parezca me aburre hablar sobre mí (sí, lo sé, no lo parece). Quiero añadir páginas a mi historia, tener más que contar, que significará ineludiblemente, más aventuras y más experiencias que habré atravesado. Conocerse bien te ayuda a saber cuáles son tus puntos débiles, qué debes esconder, qué debes mostrar, cuáles son tus mayores virtudes y capacidades, y cómo poder explotarlas para beneficiarte de ellos. Todos tenemos algún súper poder ¡De veras que sí! Algo que nos resulta sumamente sencillo de hacer y que para la gran mayoría no lo es tanto. A veces ese súper poder no es muy útil, pero seguro que habrá un momento en el que podamos valernos de él. Conocernos bien facilita las cosas para poder mejorarnos más rápido, y me gusta la idea de mejorar, de aprender, de perfeccionar… llámame progresista, o rojo, siempre me gustó lo de rojo, aunque suena un poco agresivo.
Cambiando de tercio… ¡No os conté que en fin de año estuve en casa de Tomás Leone! ¡Así es! La verdad es que cumplió su promesa y para allá me llevó. Fuimos a casa de su madre, con su hermano, su encantadora hermana, y algunos familiares más entre los que se encontraba su prima Analía, con la que compartí unos días más nada más empezar el año. Luego hablamos de ella con más detalle.
Las diferencias culturales entre nuestro país y Argentina a veces se notan poco, y otras se notan mucho; en fin de año, se notan bastante. Cuando vi a Tomás levantarse y pedir un brindis por el año nuevo me quedé un poco sorprendido, principalmente, ¡Porque nadie había dicho que estábamos ya en un nuevo año! ¡No hubo campanadas, no hubo cuenta atrás, no hubo uvas, no hubo tensión, bragas rojas, ni tres deseos,…! ¡No hubo nada! ¡Me quedará su careto enorme mirándome y diciéndome: Ey!! Papá!! Feliz 2012 para todos! ¿Qué? ¿Ya? Y entonces algunos fuegos artificiales irrumpieron en la tranquila noche del barrio de Olivos, a las afueras de la capital porteña, ya en provincia. Salimos a verlos… casi nos dan. No hubo heridos. Analía se abrazó a mí o yo a ella… no lo recuerdo. La familia me trató muy bien; una rica cena, una camiseta de regalo, y muchas palabras de afecto. En la televisión tenían puesta la secuencia de “La piel que habito” de Almodovar donde aparezco junto a mi mejor amiga Mariajo. Cantamos unas canciones y formamos una pandilla para irnos al centro de la ciudad a salir de marcha. Nada de discotecas con entradas prohibitivas ni nada de eso. Fuimos al barrio de Las Cañitas, donde ya había estado un par de veces, y nos unimos a una fiesta de un local en plena calle con música a tope y muy buen ambiente. Lo cierto es que fue uno de esos pocos días en los que me sentí algo más cerca de mi idea de “disfrutar” porque éramos unas ocho personas todas de entre veinte y treinta años pasándolo bien todos juntos, pero… como siempre hay un pero… eso pasó el día de fin de año, y posiblemente no lo vuelvan a ver mis ojos hasta ni se sabe porque ni ellos mismos quedan a menudo ni se ven… sólo se juntan por una celebración así. Una pena porque sería genial poder repetir el plan todos los fines de semana.
Y llegan los Reyes ¿Quiénes? ¡Ah, sí, los reyes! ¡Olvídate de los reyes, sam! No hubo reyes. Ya no porque no tuviese ningún regalo, que por supuesto era algo que ya contaba, sino porque los reyes aquí sólo se celebran en aquellas casas en las que hay algún niño que cree en ellos… lo cual no deja de ser bastante sensato. Es más, el hecho de que en este país prácticamente no se tuviese en cuenta esa celebración me hizo de nuevo replantearme cómo se celebra en nuestro país, con el consiguiente veredicto; estamos mucho más imbuidos por el capitalismo y el consumo salvaje y descontrolado en masa. La de los reyes es una fiesta cristiana. Bien hasta ahí poco más podía añadir. Es cierto. Es una celebración católica. Ni cabalgata, ni regalos entre gente mayor, ni parafernalia de ningún tipo. Me contaba alguna persona que se vería con muy malos ojos que la administración derrochase mucho dinero en luces de colores mientras hay gente en la calle sin poder comer, o mientras las vías se siguen anegando cuando caen fuertes lluvias, ya que hay cosas de mayor trascendencia en las que invertir el dinero, y en el fondo creo que tienen toda la razón. Los que nos permitimos lo secundario, es porque tenemos resuelto todo lo primario, por eso no nos da reparo derrochar en actividades y objetos superficiales y prescindibles, porque por mucho sentimentalismo que le pongamos y mucha ilusión, no deja de ser una puesta en escena claramente destinada al consumo de productos y de bienes –mayoritariamente- innecesarios. Normal que las noticias que me llegasen de España incidiesen en que la “crisis” se hacía notar en las celebraciones… cuando no tienes centras más el destino de tu dinero en aquello realmente imprescindible. Eso me hizo pensar. Nunca he sido de consumir, lo saben quienes me conocen, es más destaco por justo lo contrario, por ser muy asceta en ese sentido, pero todo esto te aclara mucho más tu pirámide de necesidades, y como suelo decir, aprendes sobre todo a darte cuenta de todo lo que sobra… y creedme, sobra casi todo para poder ser feliz, al menos casi todo lo material. Más amigos, más abrazos, más besos, y menos cosas.
La noche de reyes fui a parar a un piso, no sé de quién, ni recuerdo dónde, en plena capital, con Flor Rives y sus amigas, Daniela Dimotta, Jessica, Vicu,… Adolescencia en ebullición que me reencontró con mi parte de Peter Pan, esa que tanto me gusta. Después de un improvisado botellón-karaoke en el piso, pasamos a una discoteca. Ni rastro de los reyes magos, y lo cierto es que por allí tampoco pasó ninguna reina, más bien todo lo contrario… chicas malas para parar un tren ¡Y asaltarlo! ¡Hasta la más mojigata había hecho algún curso intensivo de cómo ser catwoman al salir de casa sin que tus padres se enteren! Vi cosas terribles más acá de la barra de Goa. Vi a un flaco meterle un dedo por el culo a una desconocida, que continuó siendo desconocida minutos más tarde, y conseguir elevarla un palmo del suelo, sin que ni siquiera optase por darse la vuelta… no sé si porque la cantidad de alcohol digerido le impedía a su cerebro interpretar como acto vandálico el hecho de que un expedicionario externo sin permiso ni papeles, se adentrase por el trasero indagando en profundidades aún no exploradas (o sí, vete tú a saber), y comunicárselo rápidamente a sus manos y sus piernas para qué golpeasen con violencia a ese pedazo de bestia corrupia que siguió su camino al ver que la piba no sentía ni padecía. Esa misma hereje de sus majestades reales, buscó su regalo frotando la lámpara mágica de un joven que tenía enfrente en ese momento, que por alusiones casi me toca a mí que estaba muy pero que muy cerca. Bajo la premisa de mi “teoría de la invisibilidad” nadie me oyó ni me vio gritar de pavor. Fue grotesco. Vi a otro buitre experimentado intercambiar fluidos como si fuesen estampitas de Panini en apenas unos metros cuadrados, con hasta cuatro chicas distintas que no parecían conocerse y que no supieron que cuando se liaban con él lo hacían a la vez con el reciente resto salivar de otra de aquellas chicas. Le atacó a todo lo que se movía. Me miró a los ojos, y afortunadamente algo en su interior le dijo: “hasta aquí podíamos llegar”. Sólo distinguía positivo negativo en función del volumen pectoral. Me salvé. No miento si digo que vi chicas empujar a chicos, alguna agresión verbal, y un clima que en España se habría saldado con unas buenas palizas. Por lo visto, la gente española que ha entrado en discotecas así aquí, dice que el contacto es frontal, un choque de trenes en toda regla, un “no quiero decirte mi nombre por si te enamoras así que… ¿Quieres coger?”. Mi cabeza estallaba al ritmo de… “Ay se eu ti pego”. No gracias. Me quedé inédito. Preferí no saltar al campo, y por no participar ni calenté en la banda.
Flor Rives y sus amigas son encantadoras y poco tienen que ver con toda esa fauna de la que he hablado. Se les nota que vienen de otro nivel cultural y eso se agradece, aunque aún así y con todo, necesitaría mucho más tiempo compartido para poder sentirme ciertamente a gusto. En momentos así hecho mucho de menos a los míos; a Nico, a Xermán, a Leticia,… que a pesar de tener la misma edad, sí están en sintonía conmigo.
Con Flor fui de visita al famosísimo cementerio de la Recoleta. Un cementerio-museo, porque allí no hay espacio para nuevos inquilinos, así que fundamentalmente mantiene obras escultóricas dignas de ver, y forman un conjunto de alto valor artístico. Bonito. Tétrico por lo que es, pero con un peso histórico muy importante para este país. Un sitio especial. Impresiona verlo desde arriba. Nos encaramamos en un edificio a una terraza que ofrecía una panorámica digna de ver. Era una zona que no conocía y lo cierto es que fue una de las pocas visitas “turísticas” que he realizado en todas las vacaciones.
Enero. Un mes de vacaciones. No os he contado nada de este mes, y todo lo resumo en este capítulo. El calor que prometieron que haría pero unas variaciones de sol-lluvia que no me esperaba. Temperatura entre los 20-22º hasta los 32-33º según los días. El problema es la humedad. Alta humedad incrementa la sensación térmica de calor y de sofoco. Sales de casa a las cinco, sol justiciero, apenas se respira por la humedad, 30º, y en dos horas una tormenta de lluvia que anega las calles y cubre el cielo de un gris plateado que da la sensación de que estás en suiza en pleno febrero. La mayor parte de las veces se agradece que llueva porque el aire se descarga de humedad y se respira mejor. La ciudad se vacía, la gente se larga a la costa, yo me quedo sin clases, sin conocidos, sin planes, sin posibilidades de viajar, y más metido en la habitación de lo que sería recomendable, pero tranquilos, no pierdo ni un minuto. He venido a aprovechar esta oportunidad, y creo que lo hago, a pesar de que no sea muy divertido el plan. Busco el equilibrio, que se puede encontrar, por supuesto que sí.
[Esta no es más que la primera parte de este capítulo Nº8 de mi Diario en Buenos Aires, en los próximos días la continuación]
[Si te perdiste alguno, puedes releerlo todo en la etiqueta "personales" de la columna derecha]
2 comentarios:
...ay menos mal que aclaraste este punto
"Flor Rives y sus amigas son encantadoras y poco tienen que ver con toda esa fauna de la que he hablado" porque me estaba dando un papatús y estaba yendo a buscar al azote!!!!!!!!!!!!!!
Me encantó esta entrada ;)
Besos!
A Flor lo único que le voy a pedir a cambio de "ponerle flores", es que nos pase las fotos "ocultas" de su veraneo en Gesell, porque estoy seguro que las que ha colgado en la red son las que "puede ver su madre sin escandalizarse".
Que si... que todos hemos tenido 19 años!! Yo precisamente, hace poco...
Publicar un comentario