¡Toy volao! ¡Empistolao!

¡Toy volao! ¡Empistolao!


Que sería como decir “estoy peneque” o “estoy borracho”. El sábado me preparé para irme con Leyanis a una matiné. Eso viene a significar una discoteca que abre por la tarde y a la que vas sobre las 5 para estar hasta las 10. Aquí en Cuba no va por edades. Por lo visto todo el que quiera entra, y por supuesto no parece haber inconveniente en lo que lleves puesto.

Quedar con un cubano a una hora no significa nada. Bueno sí, significa que tendrás que esperar. No sé a vosotros pero a mí esperar no me hace ni puñetera gracia, mucho menos cuando hablamos de esperar cosa de una hora. Hay que avituarse porque así funciona, pero…en fin, es desastroso.

La gente se agolpaba a la entrada de la discoteca que se llama “Amanecer”, y que está proxima al Malecón, aunque media Habana está próxima al Malecón, así que esto no es significativo. Nadie entraba. Problema: no hay luz. No hay luz – no hay matiné. Entonces para ayuda a que no nos quedásemos mucho tiempo en la puerta, rompe a llover con la fuerza con la que lo hace casi todos los días a las tres de la tarde. Debe haber un tipo que todos los días con puntualidad inglesa abre la llave de la lluvia, y a chorros inunda las calles que se convierten en momentáneos ríos por los que navegan los coches de los años sesenta, y los guajes juegan a tirarse subidos en una tabla. ¡¡Rockeras no te quejes de tabla de surf!! He visto a alguno tratando de hacer pesca submarina por Línea (una avenida) y juro que no hace ni puta gracia.

Nos fuimos a una cafetería. Creo que le puedo llamar así. Allí Leyanis y su prima Kenya de 19 años y con un hijo esperando en casa, tomaron la cerveza más famosa del lugar; “Bucanero”, y se comieron unas mini-pizzas. Allí su prima me contó que el padre de su hija, es de las Bahamas donde vive y desde donde le manda ayuda, y me ontó que con su novio, de Cuba, pasa los días mientras no viene a visitarla el padre de su hijo, a quien quiere más. ¡A los hombres a partir de los 30 es bueno no darles disgustos! ¿Lo habéis entendido? Pues eso. ¿Qué que me parece? Muy mal. Me da pena, pero reconozco que me da más asco. Dijo que me entendía. Creo que durmió bien esa noche.

Cuando Kenya se fue, Leya y yo nos fuimos a casa de una amiga suya. La habitación de Mónica se compone de tres paredes. La que falta es una table de madera, que la separa del pasillo de la casa. Tiene todo completamente lleno de frases escritas por la gente que la visita. Hice lo propio y escribí una. Nos apoyamos sobre el colchón que hay sobre el suelo y hablamos. Creo que se sorprendieron con mi forma de pensar. Luego tomé mis primeras clases de baile. Calma y a miudiño.

La 23 con G, es un cruce de dos vías. Allí a partir de las 10 de la noche, los sábados se reúnen jóvenes de toda la ciudad. Les llaman los “rockeros”. Visten completamente occidentales, para que os hagáis una idea, era como estar en un improvisado botellón donde lo único que no había era algo de beber. ¡Na pa tomar mi amol! ¿Entonces que hacen? Entonces hablan unos con otros, ligan, fuman,…y se meten lo que pueden. Lo de la vestimenta me llamó la atención porque algunos parecían sacados del Nadador un sábado por la noche; converse, cinturones de placa metálica, pantlones caídos, gallumbos por encima del pantalón, camisetas nuevísimas, pearcing, tattoos, rastas,… de todo. Por lo visto allí gays y lesbianas pueden entenderse sin problema.

Todo se va a la mierda:
¿Has probado las drogas?
- ….
Nunca me habías dicho nada
- ….
¿Quieres que te invite a comprar?
- ….
No. Yo no quiero tomar. Tú haz lo que te de la puta gana.
- …..
¿Si me parece mal? Haz lo que te de la gana. Eres libre. Siveo a un amigo meter delante mía me dan ganas de pisarle la cabeza contra el suelo. Me parece lamentable. Me parece que tienes que caerte jodidamente mal. Es estúpido y no pienso darte el dinero. Yo no le pago las drogas a nadie. No voy a colaborar en esa mierda. Lo siento.

Reconozco que estuve un buen rato…enojado. Más que cabreado, decepcionado. Me pareció lamentable. Me ofrecían metil, y queratina. Unas pirulas a 2 convertibles. Era lo que me faltaba por ver para desarmarme más. Cuando estoy a punto de comprender algo, de llegar a entenderlo, pasa otra cosa que me desubica más aún y…

Cada uno a su casa.



Piscina natural de hidrocarburos y óxidos


Los cubanos no han ido a Varadero. ¿Cómo cojones se come que una de las mejores playas del mundo no haya sido visitada por sus pobladores? Queda lejos y es cara. Los habaneros hablan de ir allí, como la escursión de su vida. De la residencia salía un bus para allá como una de las visitas de la escuela. Habrá muchas más, y yo iré, pero prefiero contemporizar. Por eso, como soy un poco distinto me fui con Leyanis. Quería saber dónde solía ir ella. Por un lado están las playas del Este, que aunque quedan un poco lejos se dice que están bonitas. Aquí al lado de la residencia hay algunas. Hay un par de ellas que nos quedan muy accesibles.

La playa está cerrada. Je, je, je. ¿Cómo va a estar cerrada una playa? Con un muro gigante y vigilantes por todos lados. Con muros de piedra dentro del propio mar. Poniendo un bloque de piedra 50 metros de la arena para protegerla de las olas y crear una especie de estanque. Los edificios que coronan las playas son de agrupaciones. Por ejemplo, de los que trabajan en la red de trnasportes urbanos, de los canteros de no se qué, de los agentes del ministerio de tal cosa, etc. Hace falta un carnet. Bien. Creo que se puede pagar una miseria y se entra, pero os lo diré más adelante porque por ahora… Varadero está como a una hora y media en la guagua, el viaje si no es con la escuela es caro, y todo allí está en “fulas” (convertibles). Mis compañeros me dijeron que era muy lindo. Sin duda iré.

¿Qué hacía vuestro Samoler? Samolo estaba con los cubanos. Con los adolescentes que para ir a la playa no llevan más que lo puesto. La toalla es para casa. Cuando llegué a aquel pedregal de roca comida por el mar me di cuenta que el término playa no me serviría para explicar aquello. Un viejo dique era utilizado para lanzarse de cabeza al mar abierto. Las olas rompían con dureza sobre aquel lugar. La vegetación crecía por dónde podía, en una mezcla de vertedero residual, y lugar abrupto de roca que conecta y muere en el mar. Un muro de dos metros de grosor no es un buen lugar para tratar de colarse a una playa. Lo que los cubanitos trataban era, en pleno mar, tratar de pasar el muro mientras el agua trataba de impedírselo, y los guardias desde la playa se acercaban para ponerle más emocion. Eso con las manos y los pies. El líquen que adherido al muro se encontraba mojado lo hacía todo heróico y estúpido. Nadie lo logró. ¿Entonces? Yo iba de bermudas y bañador y camiseta. Sobreviví mojado como el resto, entre risas, eso sí, me reí.

Leya y yo, elegimos un bloque tumbado de hormigón que daba a una entrada de mar entre rocas como lugar para tumbarnos al sol. Una vez en el agua lo descubrí. Aquel sitio era un desagüe de vertidos, eso sí, muy disimulados. A sabiendas del riesgo que corría, buceé entre pilas, ruedas oxidadas, y una mulata preciosa. No volveré jamás a ese lugar.

Aquí la gente se calienta constantemente y no produce vergúenza que algún chico se muestre excitado, ni que un chica pierda los papeles, si sabes cómo quitárselos. Para matar el hambre con el que nos quedamos, nos comimos unas pequeñas albóndigas y bebimos un refresco. Comimos poco y dormimos mucho, cada uno en su casa después de un día de “visita al mar”.