¡Paso que voy!
El sábado por la noche no dudé en llamar a Robert. Es un amigo cubano que trabaja como sub-director (o algo así) del polideportivo donde yo pretendo jugar al fútbo, y que corresponde con el municipio Playa donde vivo. Algo así como el Pabellón de las Traviesas en Vigo, pero con unas instalaciones del año 60. Robert y yo habíamos hablado en un par de ocasiones de un montón de cosas, y entre otras me había propuesto ir a la discoteca más conocida de la zona; el Amelia. Cuesta 3€ y se peta. Es un pub tipo Remache, pero más aprovechado, ya que sirve de cafetería y restaurante por el día. Se encuentra enfrente del Hotel Meliá y está en un complejo de edificios completamente nuevos y lujosos que sirven como oficinas para empresas y demás. En sus bajos está la discoteca y por poneros ejemplos, hay cibers, oficinas de Air Europa, de otras compañías aéreas, … todo muy moderno y muy bonito. Pagado, claro está, por capital extranjero, español según me dijeron, pero no lo sabían con certeza.
Acompañado por Robert y Ernesto, un amigo suyo que parecía algo más pequeño que nosotros y que se portó muy bien conmigo, tratamos de entrar en la discoteca. Lo principal: abre a las 21:30h. No había cola, y diréis “qué bien” ¡Nooo! ¡Fatal! ¡Había marea humana! Todo el mundo se apretaba contra una puerta por donde sólo cabía una persona, así que cada dos por tres se atoraban dos intentando pasar al mismo tiempo. ¡Era muy gracioso! El portero que estaba dentro porque no cabía en la puerta, empujaba a la marea y todos le respetaban tanto que toda la masa de gente se caía para atrás unos detrás de los otros. Yo mantuve la calma y la compostura hasta que empecé como ya os esperábais a hacer el memo y liarla. Ernesto y yo nos introdujimos en el tumulto y empezamos a sudar como pollos fritos en Fernández de los Ríos dos cuadras más debajo de la casa de los freakes. Pero no sudor de gota de eau Francisco que augura tormenta de llovizna, ¡Noo! Todo yo sudaba. Querido André no se trataba de ese clásico sudor que tanto nos amarga algunas noches de Remache (ya tardaba en salir este nombre) era todo yo una frigolosina. Después de clavar codos como Redondo, me encontraba a falta de un metro del gol. Llegó la policía.
Lo primero que pensé es que ahora todo se arreglaría pero ya os explicaré más adelante que aquí la policía simplemente está. En España decimos que nunca está cuando se la necesita, pues bien, en Cuba sólo está. Nos echó para atrás, y nos retiramos. Había que hacer una cola y entrar con pareja. ¡Qué divertido! La mayor parte de la gente no tenía de eso, así que se la inventaba. Supongo que los gays andan jodidos porque tiene que ser chico y chica. Por mí estupendo. A todo esto Robert, perro viejo en estos temas, ya estaba dentro. Ernesto y yo encontramos unas chicas, y nos las agenciamos. ¡Entendedme! Para entrar con ellas. A medida que me acercaba al gorila (Isra se me ocurrió tu suicida idea de decirle lo del plátano), empezaba a gritarle para sorpresa de los cubanos, que yo tenía pareja –“Hey colega, no querías parejas. Aquí tienes una pareja”- Me habían dicho que a estos sitios no se puede ir sólo que es un peligro. Me encanta la noche y soy temerario. Entramos.
La chica se llama Gisele (o algo así) y no sé si ser tu pareja de acceso obliga a algo pero lo cierto es que en mi caso, así resultó. Antes hablé con ella, con sus amigas, y con su hermano. Muchas cosas me sorprendieron del lugar. Escuché Estopa, escuché Laura Pausini, escuché Andy y Lucas, mucho Reaggaton y salsa, sobre todo salsa. Nadie se mueve como las cubanas. Bailan con un salero increíble, son puro fuego, ardor. Para ellos el sexo, -como ya lo era para mí-, es algo totalmente natural que está en el aire, que sale de uno como las palabras, a veces sin ser pensadas. Todas las chicas se ponen por delante del chico y sacan culo para tocarse con el chico que pasa sus manos por delante de ella a la altura del vientre. Una vez más reitero ese comentario que tanto hago cuando estoy ahí de que la mayoría de la gente está reprimida, cohibida, es puritana, cerrada, y frígida. Ahora bien si queréis podéis seguir diciendo que soy un salido.
Todos vestían muy bien. La gente era, como se oye en Madrid, guapa. No sé si es por qué a mí me llaman, pero vi que la gente jugaba en primera. Luego, cuando pude conocerles mejor y hablar con ellos me di cuenta de varias cosas. Por lo visto en el Amelia sólo había “pijos”. Aquí no se les llama así. No sé ni si tienen nombre. Lo que sí sé es que era gente de pasta. Tenían celulares, tenían 3 fulas para entrar, tenían buena ropa (vi deportivas de flipar),… algunos apenas habían viajado en guagua en toda su vida. No quiero generalizar pero el grupo en el que yo me encontraba no cesó en su empeño por convencerme de que los negros eran muy peligrosos, de que tuviese cuidado con ellos, de que eran conflictivos,…ellos eran mulatos o criollos. A la pregunta de qué opinaban de Silvio a ninguno parecía gustarle. Apenas encontré gente a la que le gustase. Para ellos era como Serrat para la juventud en España, algo antiguo pasado de moda, que ya no pega, que quedó atrás, y estaban deseosos de Reaggaton y de UPA Dance. Así que os imaginaréis lo decepcionado que me quedé, eso sí, el grupo me trató genial y parecían encantados conmigo, aunque su consideración de que Silvio no más que era el cantautor del régimen que aburría a los jóvenes no me parecía nada bien. No porque no pudiesen pensar eso, si no porque yo no pienso lo mismo, y me esperaba otra cosa. Creo que di con un grupo poco representativo de la juventud cubana, pero no sé muy bien hasta que punto. No estaban de acuerdo con Fidel, no les gustaba estar en Cuba, y sólo admitían que Cuba les gustaba porque era su país, pero ese argumento tiene la misma trascendencia que decir que te gusta el bosque porque es verde, y el verde es un color bonito. Me gusta mi país porque nací en él…es, cómo decirlo, natural y simple. Me daba la impresión de que si les regalo unas Nike me considerarían su mejor amigo, pero si les paso unas de Alcampo, simplemente me darían las gracias. ¡Adelante chicos, corran hacia el sueño americano! Que el capitalismo celebre la derrota del pensamiento comiendo en el McDonalds y explotando niños en África para que pises sobre Manhattan con unas modernas Nike. Acabamos sentados en 5ª avenida en el bulevard (no sé cómo se escribe) central charlando, y ellos reconociendo como bonitas mis ideas, pero tratando de desarmarlas con el fatal argumento de “pero tú no has nacido aquí”, que cómo es obvio no justifica el conocimiento de una situación, al igual que ellos no nacieron en New York pero bien que creen conocerlo para admirar su situación, o yo me hago una idea más que aproximada de lo que puede ser vivir en Nigeria.
EU: Estado de la hipocresía
Hace 3 días
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