Martes, 13 de agosto de 2013
De una buena historia de amor, lo que uno siempre, siempre recuerda, es el principio. Ya saben, ¿Cómo la conociste? La conocí en las Cataratas de Iguazú. Posiblemente el lugar más bello en el que he estado. Ahí, ante una de las siete maravillas naturales del mundo, conocí a una argentina que meses más tarde se ha apoderado de la situación como jamás me habría imaginado en aquel momento. Y es que cuando ves a alguien por vez primera, cuando sientes esa atracción, incluso cuando fantaseas con cómo podrían ser las cosas al lado de esa persona, jamás puedes atrapar ni siquiera uno de esos momentos tan difíciles de describir que se producen cuando tiempo después, estás abrazado a esa persona en la cama mirándoos a los ojos, y sintiendo que el mundo se ha detenido en esa habitación haciéndote olvidar el resto de cosas.
Sé que miraba sus ojos verdes y su piel blanca. Sé que me seducía que vistiese de oscuro. Sé que no me parecía baja, aunque en relación a mí lo sea. Sé que en la distancia, mirándola al otro lado del salón de comidas del hotel, Laura parecía la mujer más estilosa que había visto en mucho tiempo. Sé que pensé que debía tener carácter. Luego supe que era argentina y que, ¡Oh casualidad! Vivía en Buenos Aires. Mientras veía la inmensa belleza de las cataratas, observaba también la suya. Mi madre –que me acompañaba en el viaje- no se creyó mi comentario cuando le dije que me encantaba aquella chica, que me parecía tierna, o que la deseaba. Mi madre se burlaba de mí –como suelen hacer las madres en estos casos- y me reprendía por beber los vientos por una flaca desconocida que además por aquel entonces estaba acompañada por otra persona.
Para ser leyenda hay que tener historia. Como la de nuestra primera y furtiva conversación, o nuestros encuentros ocasionales en el hotel en los que apenas intercambiábamos unas pocas palabras. Recuerdo que me miraba sólo cuando yo apartaba la vista, y que ella hacía lo propio cuando yo clavaba mis ojos sobre ella. Recuerdo fijarme en sus labios y pensar en mordérselos sin mediar aviso, pero no lo hice. Se hizo de noche, yo daba unos golpes en la mesa de billar, y ella se acercó cuando la saludé. Mostró su lado vergonzoso (eso fue sexy), y denegó mi invitación a irnos juntos al casino porque no correspondía, lo que acrecentó la imagen de que era una persona seria, respetuosa, y formal, y su negativa me gustó. “Te sienta muy bien el negro” – le dije. Y desapareció.
En esos primeros momentos uno siente un deseo irrefrenable. Ganas de desatarse. De probarla. Quieres prenderte y prenderle fuego. Olvidarte del mundo, del qué dirán, de lo que te rodea, y acabar de realizar tu fantasía. No hay nada como fantasear. Soñar despierto. Imaginar situaciones cuasi imposibles y jugar a hacerlas reales. Pasión desenfrenada. Aquí y ahora. Desde entonces, eso pasa todos los días, y que dure.
Había algo en Laura que me conmovía. Ella no se cree que no me fijase en su pecho hasta tiempo más tarde, y es cierto… aunque no me cree. Lo cierto es que me clavé en su mirada y me duró días. Cuando me escribió su primer mensaje abracé a mi madre que la tenía a su lado y le solté un “Te lo dije. Me ha escrito. ¡Qué feliz soy!” y la abracé. Ella movía la cabeza de un lado para el otro pensando “menudo caso”, mientras me pedía que la soltase y que reservase fuerzas y energías para el encuentro con mi pareja.
Todos coincidimos en que los primeros meses son increíbles. Ese juego de fuerzas, ese continuo ir y venir de mensajes, de palabras, de propuestas, una especie de baile en el que uno da un paso, el otro el siguiente y todo se mueve de un modo acompasado con mesura, descubriendo con sorpresa que las cosas encajan como por arte de magia y que todo fluye de un modo sencillo sin necesidad de forzar nada. Y cada día que pasa es una nueva alegría y uno no puede parar de tratar de mejorarse, de ofrecer su mejor versión, y siempre dispuesto a llegar más lejos. Y al final te dejas llevar, y la llevas más allá, e incluso te pruebas, y cuando miras atrás ves lo lejos que habéis andado y lo rápido que habéis ido, y palabra que ni os disteis cuenta, y ahora estáis aquí 5 meses más tarde y piensas que en toda tu vida apenas habrás estado con un par de chicas con las que compartiste tanto, y no sabes ni por qué ni cómo pero ella ha conseguido que ni te des cuenta. Y mañana cuando te levantes querrás que esté a tu lado y te gustará pensar que si se acaba no pasa nada, pero en el fondo lo que piensas es que ya estás demasiado involucrado, ya te has enamorado, y ahora es imposible irse sin dejar la marca, sacarla de tu vida sin que quede cicatriz, y además es que lo único que quieres es que no llegue mañana porque… ¿Qué más da mañana? Carpe Diem. Hoy estáis ahí, desnudos, abrazados, y que se acabe el mundo si quiere, porque tú no piensas ir a ningún lado, tú te quedas en su pecho, que ahora sí observas con atención, pero no te detienes sólo ahí y continúas deleitándote meticulosamente con todas y cada una de las partes de su cuerpo, sin excepción y sin recato.
Toda buena historia de amor debe pasar también por un gran cisma. Un momento (el nuestro llegó al cabo de apenas un mes) en el que se da una situación que hace replantearse todo. El mío era realmente complejo y anómalo, y algo que realmente no había vivido antes en mi vida, así que me hizo tambalearme y dudar mucho. Estuve sometido a mucha presión y me costó mucho saber qué hacer, principalmente porque uno cuando quiere, no quiere hacerle daño a nadie, y eso a veces es imposible. Cruce de declaraciones y de intereses. Momentos de indecisión. Muchas veces tienes que prescindir de algo que quieres mucho, por algo que quieres mucho más. Siento que ha merecido la pena, que acerté, y no puedo alegrarme más de que finalmente las cosas se hayan dado como se han dado. Estoy pasando momentos realmente lindos. Por muchas palabras que ponga, no creo que sea quien de expresarlo con la suficiente clarividencia.
Quién me iba a decir a mí que la iba a encontrar aquí, a miles de kilómetros de mi casa. Una persona coherente, que llama a las cosas por su nombre, que tiene ganas de descubrir, de aprender, de seguir adelante, que siempre mira con optimismo hacia delante, que siempre te presta su ayuda, que sabe darte su apoyo para impulsarte, que piensa bastante en los demás sin necesidad por ello de abandonarse a sí misma, que cuida de su familia y que la valora, que sabe conformarse y sacarle brillo a las pequeñas cosas del día a día, que le gusta jugar de grande con el espíritu de una niña, que me hace sentir querido y admirado, y que es sofisticada y que no deja que te quedes inmune a sus ojos verdes.
No lo olvides, nunca es demasiado tarde para estar con quien quieres estar. Yo hoy, soy feliz estando contigo, Laura.
0 comentarios:
Publicar un comentario