Seamos sinceros; la película aburre. Así, sin miramientos. Si ven la sinopsis que aparece al final de este comentario sin duda tendrán la sensación de que la película parece interesante, bien rodada, bien dirigida, y crea interés. Convengamos en que es un buen trailer para una película que deja una sensación agria. Quizás mi punto de vista sería diferente si partiese de la base de un mayor conocimiento sobre la historia y la obra de Freud o de Jung, los dos personajes fundamentales de este trabajo –junto a Sabine Spielrein- basado por cierto, en hechos reales. Mi desconocimiento del segundo era absoluto hasta la fecha, y del primero no conozco lo suficiente como para tener una opinión formada sobre él.
La película está plagada de diálogos, pero no me resultaron especialmente elocuentes. Ni suspense, ni misterio, ni acción, ni sexo, ni humor,… la verdad es que por no tener, no tiene más que el relato de la relación tormentosa que vivieron sus tres protagonistas. Freud y Jung son posiblemente los dos psicólogos más famosos del siglo XX pero en este caso al menos, eso no es suficiente para que la película suscite interés.
El director canadiense, David Cronenberg, caracterizado por definir personajes obsesionados con la violencia y el sexo, encontró en ésta una historia apetecible, pero creo que no supo mostrarla de una forma atractiva para el espectador, que como digo, asiste a la narración cronológicamente ordenada, de una serie de sucesos que nos definen muy por encima la vida y obra de los tres personajes, sin ahondar lo suficiente en ellos y sin que en ningún momento sientas la más mínima empatía por ellos. Así, los ves acartonados, fríos, caricaturescos. Es curioso que en una película que habla todo el tiempo sobre sexo no haya prácticamente escenas de sexo, no se provoque al espectador lo más mínimo, ni se genere pasión, deseo, morbo,… nada. Se habla de masoquismo y te quedas como si tal cosa. Está contado de tal modo que hasta resulta estúpido por momentos, demasiado ridículo en otras ocasiones.
Los tres actores pasan sin pena ni gloria por una película que debería ser otra cosa, con los recursos con los que cuenta, los nombres que la firman, y la historia que tenían entre manos. Viggo Mortensen se mete en la piel, nada más y nada menos que de Sigmund Freud, y no pasa nada. Nada de nada. Personaje insípido y carente de interés. ¿Así era Freud? Permítanme dudarlo. Cuando lo oyes hablar incluso sus planteamientos te resultan de lo más básico. Luego, Michael Fassbender, interpreta a Carl Jung, y aún siendo el que más cuota de pantalla tiene, y el que ejerce de centro del triángulo personal de la película, se muestra sobrio, impávido, Acabas harto de sus mentiras, de su doble moral, y de la sensación que da de creerse mejor que su propio maestro. Y cierra el triángulo; Keira Knightley, que no se sabe si obligada, o por voluntad propia, realiza una actuación sobreactuada hasta el extremo, pasando de paciente enferma a psiquiátra de forma muy poco creíble. Personaje que roza lo absurdo. No sabes si tomártelo a broma. Miras a tu lado, para ver si el resto de las personas ven alguna cosa que tú no ves, o si te estás perdiendo en medio del entramado psicológico propuesto. Quizás haya algo que no has entendido, pero no, simplemente es así. Un personaje peripatético, al que no das crédito de que sea el mismo durante toda la cinta. Y ya por último, realiza su pequeña aportación, pero más agradecida incluso que otras, Vincent Cassel, que interpreta a un psiquiátra algo aturdido, que aún así, parece ser el que lo tiene más claro de todos.
Nada a destacar en el trabajo de fotografía, iluminación, atrezzo, o escenografía. Nada. Correcto todo ello pero sin alardes, sin ofrecerte ningún motivo por el que merezca la pena ver la película. Lo primero que me pregunté al terminar es si había habido banda sonora. No podría pasar más desapercibida. Música para ascensores.
Valerse de los padres del psicoanálisis y de sus fantasías y obsesiones sexuales en un momento en el que ambos eran terrenos inexplorados debería ser material suficiente para realizar una cinta de mucha mayor envergadura. Cronenberg tiene mucho que ver en esto, por que suya es la manifiesta incapacidad para dotar a este film de la suficiente chispa. No estuvo inspirado.
Ninguno de los temas que pueden aparecer sucintamente en la película, como el maltrato infantil, el miedo, la infidelidad, la envidia, la competencia, la lucha de egos, la amistad, etc. Son bien definidos ni acatados con solidez. La relación entre Freud y Jung está desdibujada y no acaba de encararse con firmeza.
Creo que ha sido una de las pocas veces en mi vida en las que he asistido a una conversación sobre sexo, tan sumamente aburrida e insípida. Tedio. De comer una y contar veinte.
Sinospsis en castellano:
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