Buenos Aires, 20 de abril de 2013
[Segunda y definitiva parte del capítulo que publiqué hace unos días. Quien desee leer otros capítulos, puede hacerlo buscándolos en la etiqueta "personal" de la columna de la derecha, o retrocediendo en el archivo cronológico que aparece en la columna derecha]
El último escollo.
Este inicio de año ha sido muy ajetreado, muy convulso. Me he sentido muy expuesto. Tratando de gestionarme mi tiempo, mi propio espacio, ordenando mis cosas, pensando bien qué quería y cómo podía conseguirlo. La visita de mi madre lo marcó todo, fue increíble tenerla aquí. Ha habido un antes y un después de eso, como ya comenté. La sensación de haber adquirido ya unos conocimientos, de que las amistades, el barrio, la escuela, las anécdotas, que confluyen en esta aventura porteña, forman ya parte de mi historia personal, y más allá, de mi personalidad.
Han cambiado algunas cosas. Me he quitado cierta presión de encima, he tratado de absorber el máximo en la escuela pero sin martirizarme por los resultados, sin la presión de que todo tiene que ser a la primera y que sólo existen las palabras éxito o fracaso, al revés, reorientando la carrera, para aprovechar los recursos que me dan para hacer la mía, convencido de que no he parado de llenarme de material con el que trabajar de aquí en adelante. Me muevo por la ciudad con facilidad, conozco muchos sitios, mucha gente, disfruto de aquello que me gusta, tengo buenos amigos con los que puedo divertirme, creo planes, actividades, salidas,… He conocido a personas muy interesantes, y ese descubrirse el uno al otro entretiene y excita. Pienso en mi carrera musical aquí y no hay nada que perder, ni siquiera tiempo, porque siempre estamos activos, porque no dejamos de buscar, de proponernos, de tocar,… así que contraté a una agente de medios y eso ayuda a que las cosas sean un poco más sencillas y un poco más rápidas.
Así que los días queman. Trato como siempre de llenarlos. De mantenerme siempre en funcionamiento, de acordarme que lo importante es sentirse bien con uno mismo, que para eso estamos. Y me repito una y otra vez que tengo que controlar mis ansias, mi hiperactividad descontrolada, y que existe la palabra mañana. Eso hace que tenga ganas de vivir, ganas de más, que mantenga la ilusión del niño. ¿Mi miedo? A que se me acabe el tiempo. En estos momentos creo que no le tengo miedo a más nada. Y eso, me sorprende, porque sin darme cuenta, en estos 12-13 últimos años, no he clavado el ancla nunca, creo que ya es una de mis señas de identidad, pero juro que jamás lo he planificado, me ha salido de forma natural. Decir que soy un culo inquieto quizás suena mal, pero la verdad es que no paro.
Algo que no ha cambiado ha sido mi vida en el hostel. Sigo aquí metido. No hay un solo amigo que me recomiende seguir en este agujero, pero no es sencillo escapar de Alcatraz, como yo le llamo. No he encontrado otro lugar. Busqué poco, y con poco ánimo, como esperando que la ocasión viniese a buscarme, y claro, no se ha dado aún. En verdad –y odio decir esto- uno termina por acostumbrarse… y prometo que no es sencillo. He conocido muchísima gente aquí, en verdad ya ni presto atención a eso, porque va y viene gente casi a diario. Me mantengo entre los tres o cuatro que llevan más tiempo, y no me enorgullece en absoluto. Dejé de trabajar los domingos, cuando me di cuenta que casi llevaba un año haciéndolo. 14 horas por apenas 23€. Ahora no recuerdo bien los motivos que me llevaron a decir que sí. Imagino que el hecho de estar viviendo aquí, que de ese modo pagase menos por el hospedaje, poder sumar unos pocos euros a mis ahorros musicales a los que tanto énfasis pongo siempre (porque sé que posiblemente son la única carta con la que juego si quiero seguir siendo libre, auténtico e independiente en esta profesión y hacer la mía), y porque era un trabajo sencillo que ya había desempeñado en el pasado. De todos modos, me dio varios quebraderos de cabeza, algún conflicto estúpido, y me hizo despreciar más este lugar, que fuera de toda duda, ha tenido un protagonismo capital en mi historia acá. ¿Por cuánto tiempo seguiré? Ni idea. La verdad es que creo que debería probar en otro sitio, conocer otra cosa, pero por ahora no encuentro nada, y ya sabéis… mejor malo conocido que bueno por conocer.
La vida siempre te presenta nuevas oportunidades. Veremos con qué nos encontramos en el futuro.
Recuerdo la magia del tiovivo, cuando de niño me subía a alguno, y recuerdo que a pesar de que las luces, los colores, y el movimiento me agradaban, sentía que era demasiado glamuroso para mí. Nunca me gustó que dictasen mi camino, ni sentir que caminaba en círculos. Ahora, me he mantenido en un extraño y complejo círculo vicioso, que me ha llenado de dudas, de preocupaciones, y ha complicado mi existencia en los últimos meses. Siempre he sido de vagar libre, sin ataduras, de crear mi propia aventura, aunque fuese con maderas y trapos. Tengo un punto en el que me reivindico, y me defiendo si es necesario, pero no me gusta la pelea, y no soy vanidoso. Desconfían de mi seguridad. De ese concepto tan mío de “amor universal”. Creen a veces que tengo un plan trazado, que escondo algo, que tiene que haber un resquicio de maldad. Demasiado kamikace, me expongo y doy la cara aún a riesgo de que vengan mal dadas. Mi concepto de la justicia hace que a veces yo mismo me condene sin necesidad de que nadie lo haga, o defienda algo que no me interesa, pero que me parece justo. Quizás no me entendáis. La cuestión es que con los años, mis análisis van dejando de ser a corto o medio plazo, y veo el partido desde la grada. De eso me voy dando cuenta. Antes corría todos los balones. Quemaba pista. Ahora sigo jugando como un niño, sigo sonando fuera de lugar y de sitio, me gusta creerme atemporal, pero sé que soy de carne y hueso, y frágil, en el fondo como todos, ni más ni menos. No estar subido al tiovivo, pero sí jugármela a la ruleta. Ver qué pasa. Vestir distintos trajes. Interpretar diferentes papeles. Ver la escena desde todos los ángulos, y no, no se puede caer bien a todo el mundo, no puedes contentar a cuanta persona conoces, y me sigue sorprendiendo ese hecho ¿Por qué me importará algo así? Al final, lo curioso es que hago siempre lo que quiero, y mira que me dan consejos… ni caso.
Sigo en esta apasionante aventura de vivir, crecer, y descubrir, a los demás, y a mí mismo…al fin y al cabo he de intentar perfeccionarme… voy a tener que aguantarme toda la vida.
0 comentarios:
Publicar un comentario