Buenos Aires, 28 de diciembre de 2012
[...esto es una continuación del anterior y aquí termina este capítulo]
[pueden encontrarlos todos en la etiqueta "personal" (columna de la derecha)]
Pensaba hace poco la diferencia tan grande que existe entre el valor que tiene algo y su costo. Muchas veces interpretamos que el costo de algo es su valor y nada más lejos de la realidad. Lo dice una persona que ha aprendido a vivir con poco, a la que la mayor parte de objetos materiales le tienen sin cuidado y que valora mucho otra serie de cosas que precisamente no cuestan nada. ¡Lo que hace la falta de pasta! Con todo, me alegro mucho de que así sea, de que me haya educado mi madre de este modo. De alguna forma es como si te hubiesen dado gafas para ver más allá. Han pasado cuatro meses y no he comprado nada. Creo que si volviese hoy a mi país llevaría menos cosas de las que traje. Ahí es cuando uno se da cuenta de lo poco que necesita a veces para ser feliz y que lo que puede necesitar no suele estar en los escaparates de ninguna tienda; un abrazo, un beso, una llamada de una persona que echas en falta, un aplauso, una buena nota, un guiño de complicidad, etc. Piensen en ello. Nos sobra la mitad de las cosas que tenemos y que compramos. Estamos tan ocupados con nuestros “juguetes” que no desarrollamos nada la imaginación.
Siempre serás extranjero. Lo llevas escrito en la frente. No eres de aquí. Tiene que pasar mucho, mucho, mucho tiempo para que eso se olvide, y aún así creo que nunca dejarías de ser de fuera, imagino que depende del sentimiento, de dónde consideres que está tu raíz. Hablo mucho de hogar y eso que quizás no lo tenga, en el sentido formal de la palabra, de sitio en el que vivir, dónde está tu familia, etc. Yo tengo a mi madre en Vigo, y eso es todo lo más parecido a hogar que tengo, que no es poco, es más, para mí lo es todo. Aquí soy de fuera, te preguntan mucho cuánto tiempo estarás (sobre todo las chicas) como para predeterminar cómo tratarte. Si les das un plazo grande de tiempo es posible que se acerquen más a ti, que muestren mayor interés ¿Por qué? Porque nadie quiere “perder” su tiempo con alguien que está de paso. Somos así de prácticos. Cada vez más y más. Estoy en una de las mayores capitales del mundo, y el ritmo es trepidante. Todos tienen su vida hecha, al menos a mis ojos, y yo llego de paso a intentar formar parte de eso sin forzar nada, y claro, es muy complicado, porque como casi todo lo bueno en esta vida, las relaciones personales llevan tiempo, ya que en este caso, tiempo suele ser sinónimo de experiencias compartidas, de momentos vividos de intercambio, y si no hay tiempo, no hay oportunidad de que eso se consolide. Borja es mi mejor amigo, mi hermano, pero Borja y yo llevamos siendo amigos desde hace casi 20 años. En 20 años uno atraviesa por muchas etapas, te suceden muchas cosas, y si siempre has llamado a la misma persona, si siempre las has compartido con los mismos, esa amistad será fuerte y sólida. Es lo que entendemos como amigos de toda la vida ¡¡Y qué suerte que los tengo!! Pero mientras, aquí, trato de al menos ocultar algo la etiqueta de extranjero porque si no puede ser un largo año de solitaria travesía. Que conste que por ahora lo intento y consigo algo, pero poco.
Una noche que recuerdo bien fue la noche de las librerías. Curiosa propuesta en la que se peatonaliza una de las calles principales de la ciudad además de mantener abiertas muchas de las librerías de la capital para ofrecer además de interesantes ofertas literarias, propuestas culturales relacionadas con la escritura y que van desde los recitales y las presentaciones de nuevas publicaciones, hasta eventos artísticos derivados del teatro, el circo, la música, etc. Hasta allí me fui con los miembros del taller literario “Poesía Viva”. Es un grupo de gente de diferentes edades que se da cita un par de días a la semana en una casa de Villa Urquiza, barrio colindante al mío, y en el que entre otras personas vive Claudia Damerdjian y Mariana (novia de Martín Medina). Conocí este grupo de gente casualmente en uno de los eventos en los que yo participaba como músico invitado por el ADEU (Asociación de Estudiantes Universitarios de Berazategui [localidad perteneciente a Quilmes fuera de la capital pero dentro de la provincia]). En verdad fui por Belén Martínez, una joven poeta de apenas veinte años que me resultó encantadora, así que un día que no tenía mejor plan me acerqué al taller de poesía con el ánimo exclusivamente de escuchar, aunque finalmente me hicieron participar. He de decir que volví dos o tres veces. Leer poesía y practicarla siempre me ha gustado así que no está mal, si bien, no estoy tan integrado como para que considere esta actividad primordial en mi vida aquí, si que es cierto que la disfruto cuando voy.
Aquella noche comimos callejeando, tomamos unos buenos helados, bebimos, fuimos a un club de jazz, escuchamos un concierto-recital poético, etc. El grupo estaba formado sólo por los jóvenes, y hablé bastante con Dario, un chico nacido en Bélgica pero que se trasladó a Argentina cuando era adolescente. Me cayó especialmente bien, y tengo la teoría de que es el novio de Belén, aunque no está del todo confirmado. Lo que sí he confirmado es que Belén tiene pareja. Ella es un encanto de chica y con una personalidad abrumadora para la edad que tiene, un auténtico coco; inteligente, con buen gusto, muy simpática, alegre, muy organizada, culta, con interés por el arte, alegre,… He coincidido algunas veces con ella, pero aún no tengo ese nivel de confianza suficiente como para denominarla amiga. Es de esas personas con las que me llevo bien y que hacen más fácil mi vida aquí.
Me muevo con cierta facilidad por la ciudad, y sí noto que estoy consiguiendo algo que me propuse en un principio, y es conocer la ciudad sin necesidad de hacer turismo, es decir, a base de experiencias que van surgiendo y planes que me ofrecen o “que se dan” por sí mismos, sin que tenga que acudir a la guía que me regaló Leticia Iglesias, a la que echo tanto de menos. ¡¡Qué bien lo pasábamos en Vigo juntos!!
¿No hay muchos niños? Igual son cosas mías, pero me da la sensación de que en Buenos Aires hay niños por todas partes. Al menos más que en España. Tendré que chequear los datos sobre esto porque me llama la atención.
Después de muchos intentos fallidos, Tomás y yo fuimos después de clase a la zona de Vicente López, que yo no conocía. La capital y el resto de la provincia son separadas por una vía rápida, autopista o autovía (no lo sé), conocida como General Paz. Más allá de ella, en la zona norte, se encuentran localidades, o barrios como Olivos, San Isidro, Pacheco, y Vicente López. Depende del medio de transporte que elijas tardarás más o menos, y también de la hora del día a la que vayas, claro. Tomás y yo nos juntamos allí con Ichu (su novia) que nos estaba esperando.
Posiblemente ya haya comentado esto anteriormente pero forman una pareja envidiable. Los dos me caen genial, él es posiblemente junto a Martin mi mejor amigo aquí, la persona con la que más comparto, y tiene una novia que es un amor. Ichu es guapa, es formal, es seria y responsable, y además de ser una persona abierta y sincera, le quiere mucho, y se nota en esos casi cinco años que llevan juntos. De esas parejas que casi cuesta entender al uno sin el otro. Todo esto de que mis amistades estén todas en pareja acrecienta la sensación de que algo falla, de que estoy muy solo, y a veces se convierte en una obsesión, porque parece no tener sentido, más aún cuando los demás se empeñan en ver en ti cualidades que tu no aprecias; que si eres guapo, que si con tu acento, que si vistes bien, que si eres gracioso, o simpático, educado, amable, etc. No sé nada, o no quiero saber. Lo único de lo que me percato es que ha pasado más de un año desde que no tengo pareja y apunta a la eternidad si las cosas no cambian. Lo peor que me pasa es que cuanto más tiempo pasa y cuanto menos encuentro, más recuerdo a Natalia y lo mucho que significa para mí, y más la echo en falta. Y es que muy bien lo tuvo que hacer para que no haya habido nunca más nadie que haya podido estar a su altura.
Los tres pasamos unas divertidas y relajadas horas en la costa del río de la plata, inmenso por cierto, claro que se trata de su desembocadura, así que esto no es muy significativo. El problema es que como tantas otras grandes ciudades el cuidado del río al igual que el cuidado del medioambiente y la naturaleza de buenos aires, brilla por su ausencia. Da pena saber que uno no puede bañarse en los ríos que atraviesan grandes ciudades porque están hechos mierda. Una lástima. Por lo demás, decir que fue un día de lo más agradable. Estaría bien poder hacer eso todos los días después de clase, o algo similar, o yo que sé, los fines de semana, pero nada, ellos salen poco, salen solos, y así estás fuera, en la famosa lista de los no convocados.
Conocí otra escritora; Mariana Kruk. Tiene mi edad y su primer libro a la venta. Lleva una carrera en la escritura algo similar a la mía en la música, al menos la forma independiente de trabajar se asemeja bastante a la mía. Con ella quedé un par de veces hasta que diferencias en nuestros intereses y deseos hicieron que a ella le resultase imposible mantener una relación únicamente de amistad conmigo y decidiese poner tierra de por medio. Otro de los inconvenientes de las relaciones aquí ¿Puedes tener amigas? Yo las tengo ¿Sólo amigas? Si. ¿Puede haber algo más y seguir siendo amigos? Si, a mí me pasa. Pero… el resto no siempre piensa igual que yo, y para ejemplo de ello mi exnovia. Así que… como no me quiere quien quiero que me quiera y me quiere quien no quiero que me quiera, no puedo hacer otra cosa más que asumirlo y seguir siendo sincero, a pesar de tener que hacer los planes solo.
Una de esas noches acabé en un club de billar. Me hice jugador de billar de niño; no es broma. Mi abuelo me enseñó y me formó sin que nadie más lo supiese. Nunca he hablado de ello, pero es uno de mis juegos favoritos porque se me da bien. Algunas veces he jugado durante largas temporadas, como con David Barros con el que jugaba mucho en Madrid, o con Marta, con la que solíamos jugar todas las semanas mientras estuvimos juntos. Esa noche recuperé viejas sensaciones y viajé sin darme cuenta a un punto de mi interior que me hace sentír realmente feliz. Primero me enfrenté al rey de la mesa un hombre adulto que pasaba la mediana edad, y que era el “psudo” propietario de la mesa, ante el que perdí con claridad. Jugaban con reglas de campeonato y eso me desconcertaba porque estoy más acostumbrado a jugar de manera informal. Luego volví a jugar contra otro señor mayor contra el que perdí en la última bola con una partida muy de tú a tú. Entonces decidí que era momento de volver a mi casa, pero Mariana insistió en que jugase una última vez porque se veía que se me daba bien y que podía conseguirlo, además de que creo que intuyó que me sentía muy feliz jugando. Ya algo más rodado empecé a tomármelo en serio y a ganar una partida tras otra. Cada vez había más gente en la lista y cada vez era mayor la expectación por saber cuántos rivales sería capaz de batir, sobre todo cuando pasó la primera hora entera sin que nadie me ganase. Pasó gente de todo tipo, y superé la segunda hora. Me sentía realmente contento, y estaba muy concentrado, a pesar de que el tiempo de juego me fuese debilitando. Perdí en la novena partida. Había ganado a ocho personas distintas y permanecido entre dos y dos horas y media jugando. Fue uno de los días que mejor me he sentido en este último mes.
Jugar al billar me lleva a otro lado. Me vienen a la cabeza sensaciones extrañas pero muy positivas. Por un lado pienso en la elegancia del juego, en su tranquilidad, en medir cada paso que voy a dar, la fuerza, la distancia, el lugar dónde voy a dar el toque, los rebotes, etc. También lo siento como un momento formal, me gusta el rito que conlleva, lo siento como algo antiguo, y me veo a mí mismo con pantalones de vestir, tirantes, camisa,… las mesas siempre me han parecido muy bonitas, y no sé por qué siempre las sitúo en emplazamientos bellos, rodeadas de libros, con grandes alfombras, todo con cierta oscuridad y misticismo, y unas bolas de colores llamativas. El propio sonido del juego me resulta atractivo, cómo chocan unas con otras, como se mueven a veces violentamente y a veces de forma sutil… ¡Qué guapo está el billar! ¡Siempre he querido tener una gran mesa! Me gusta que al jugar con un amigo, sólo estáis los dos, y podéis a través de una partida charlar sobre cualquier tema con calma. Es un juego que me relaja.
¿Sabéis qué es lo que más valoro? Hacer lo que quiero hacer. Poder decir que hago lo que me gusta, o que lo intento. Eso es algo impagable. Poder dedicarte a aquello que te llena, que te hace feliz, a través de lo cual te desarrollas, sacas lo mejor de ti. Eso te lleva a tener ganas, a querer seguir adelante, a mostrar entusiasmo por el día a día, a no desistir. La mayor parte de las personas sufren de depresión. Vivimos en una sociedad enferma, que quiere lo que no tiene, pero que no acierta a explicar por qué lo desea. Que persigue “cosas” como si esas “cosas” se fuesen a quedar con él siempre, como si eso les dotase de algo, y sólo les sirve para presumir delante de los demás, de aquellos que valoran y miden al resto por la cantidad de “cosas” que tienen, de lo mucho que han acumulado. A veces pienso que no tengo nada, pero que en el fondo lo tengo todo. Tengo algunas personas que me esperan, que me recuerdan, que me estiman, que dicen haber aprendido algo, que me agradecen que les haya ayudado en a saber qué… y yo, yo pienso que les tengo a ellos, que viene a ser como decir, -y es más correcto-, que os tengo a vosotros, a quienes os preocupáis por mí, que me enseñáis, y me ayudáis, y me apoyáis, y me dais afecto, y eso es tener mucho, el resto es poder dedicarme a aquello que me hace feliz y ser siempre yo mismo. Haz con tu vida lo que quieras. Es tu vida. Tienes toda una vida para ser feliz, no pierdas tiempo. Me despido con esta frase: “ya te vas a morir una vez, así que trata de no estar muriéndote muchas veces por el camino”.
Sé feliz, haz lo que quieras hacer.
Sé feliz, haz lo que quieras hacer.