Valoración = 7'5
La saga de Peter Jackson ha perdido parte de la frescura de su primera trilogía (3 Premios Oscar a la tercera parte, titulada: “El Señor de los Anillos: El retorno del Rey” de 2003; Mejor película, mejor guión adaptado y mejor director – que sumados a las dos anteriores hacen un total de 11 Premios Oscar para la trilogía), pero no deja de asombrarse uno con la maestría con la que el director neozelandés traslada la icónica obra de J.R.R.Tolkien a la gran pantalla, y cómo la acerca más si cabe, al gran público no tan entregado a la lectura y sí más a la butaca del cine. Más allá de la intencionada idea de prolongar hasta el límite soportable su afamada recreación fantástica, convirtiendo un sólo libro en tres películas, -de las cuales las dos primeras rozan, cuando no sobrepasan, las tres horas de duración... cada una-, con la consecuente triple recaudación taquillera, lo cierto, es que la película entretiene, divierte, está muy bien hecha, y deja en buen lugar tanto al elenco, como al resto de empleados vinculados con la empresa.
¡Qué impresionante pensar que J.R.R.Tolkien escribió esta obra en 1937 para sus hijos! La verdad es que la historia en sí es una verdadera obra de arte, y es que... ¿Quién puede resistirse al mundo del escritor británico? ¡Menuda imaginación! Magnífica su capacidad para relatar y crear personajes y aventuras fantásticas. Los niños disfrutarán y se asombrarán con la historia, y los mayores harán lo propio siempre y cuando se dejen sumergir en el particular mundo de la Tierra Media. Normal que estas historias tengas fervientes seguidores, y fanáticos expertos en los relatos, conocedores de todo tipo de detalles sobre la obra literaria que ya es leyenda y que no pasa de época, al contrario, se engrandece con los años.
Esta segunda entrega es a todas luces, más ágil que la primera. Más allá de los “números musicales” que contenía su predecesora, en esta ocasión el ritmo narrativo es mucho más ameno, y eso que el metraje es tremendamente largo, llegando a los 160 minutos de film. Hay más acción, por momentos rozando lo estrambótico y exagerado -algo que personalmente me disgusta- pero que ayuda a dar intensidad y vigor a la historia, y a establecer momentos de tensionados y por contra, momentos de distracción, que dotan de mucha vivacidad la película. Los decorados, la ambientación, los diferentes personajes que van apareciendo y entrando y saliendo del relato, las tramas que se crean entre unos y otros, y la sensación que flota en el ambiente de epopeya, de hazaña, consiguen que te sientas parte de la comitiva aventurera y que te dejes guiar por unos y otros sin que te cuestiones apenas nada, salvo las ya comentadas escenas de acción en las que en más de una ocasión se roza el esperpento ante la falta de realismo de las mismas. Sabemos que los buenos ganan y que los malos son muy malos y muy feos, pero al público adulto, esta excesiva canalización de roles le puede chirriar un poco, tanto en cuanto, se siente simplificado a la vieja historia de “corres menos que el caballo del malo”. Vaya por delante que se le perdona esto a la historia porque sabemos qué derroteros ha de tomar, así que no le vamos a pedir peras al olmo, y se comprende que es juez y parte del devenir lógico de la trama el que siempre todo termine saliendo bien, como solía decir Aníbal en la famosa serie “El equipo A” por allá por los ochenta. Pues, así, todo está en su sitio, y todo sucede como debe suceder.
Otro de sus puntos más cuestionables a mi parecer, es el triángulo amoroso que se produce entre los personajes del guerrero Legolas (interpretado nuevamente por Orlando Bloom), la bella Tauriel (Evangeline Lilly) y el enano Kily (Aidan Turner). Quizás es cosa mía pero... como que no me cuadra dentro de la historia, me parece un poco impostado, al menos tal y como nos lo presentan en la cinta. Digámoslo bien claro... el personaje de Orlando Bloom no aparece en el libro original de “El hobbit” así que ya por ahí, el director-productor-guionista se permite una licencia, que aumenta cuando crea el personaje de la bella Tauriel, y forma para más inri una tensión amorosa-sexual entre ellos, un tanto forzada.
¿Qué pasa si no he visto la primera parte de la trilogía? Y... entonces imagino que estarás un tanto perdido. No quiere decir esto que la película no tenga la suficiente entidad por sí misma como para merecer ser vista de forma independiente, porque verdaderamente sí es digna de tal considereción, pero es igual de cierto en que a nivel informativo, es casi que necesario que hayas visto primero la parte inicial para enriquecer la historia y no perderte buena parte de la aventura ni sentirte desorientado en cada diálogo. Así que en ese sentido, o entras en el mundo de “El Señor de los Anillos” o vas a tener la sensación de que estás más fuera que dentro de la sala de cine. No piensan en esto los creadores ya que cuentan con que más de la mitad del planeta sabe de qué va la onda, y el otro medio es susceptible de rendirse a sus pies y acabar por engancharse si es que aún no lo hicieron (sin ir más lejos... yo era uno de ellos, ya que no vi la trilogía de “El Señor de los Anillos” hasta un lustro después de que salió).
La historia, el atrezzo, los paisajes, los decorados, la música, las escenas de acción y aventura, los personajes, todo, en su conjunto y de forma global te engancha, más allá de las actuaciones, que pesan menos que en otro tipo de película, pero que están siempre a la altura y que han convertido a sus actores en ídolos de masas, si no lo eran ya, a la par que han contribuído a ensalzar sus carreras y a dotar de un título de reconocido prestigio a sus respectivas filmografías. Es el caso de Martin Freeman en el papel del jovel Bilbo Bolsón, o del excelente Ian McKellen como el mago Galdalf el Gris, de Richard Armitage como Thorin Escudo de Roble. No necesitan pues de actores o actrices con sueldos estratosféricos, porque la película va por otros derroteros, más allá -repito- de que las actuaciones estén muy bien realizadas.
Hay que felicitar a los equipos de trabajo de Jackson encargados de la digitalización del film porque lo cierto es que es un empeño sobresaliente. Da gusto. Mira que todo lo que suene a digital, muchas veces cae en la mediocridad, pero no encontrarás nada de eso en las películas de este director, porque si algo controla hasta el detalle es el conseguir que te olvides de que es real y que no, y esa tarea es loable. Cada detalle está cuidado, tanto que por momentos parece un videojuego a modo de aventura gráfica con el que podrías pasarte la tarde en un abrir y cerrar de ojos. Sólo se diferencia en que aquí, aunque también se te pasa la tarde, no puedes interactuar, pero por lo demás podrías bien engañarte pensando que formas parte de un juego, algo que hará las delicias de los más chicos.
Siempre le doy un énfasis especial a las buenas labores musicales de las películas, y en este caso, hay también que felicitar como corresponde a Howard Shore, por su buena mano artística. Da gusto. No la música, pero sí los efectos sonoros y visuales, así como el sonido fueron nominados en la pasada gala de los Premios Oscars, sin llevarse finalmente ninguna estatuilla a casa.
Casi todas las críticas se ponen de acuerdo en que Smaug, dragón al que todos temen y que escolta el tesoro que ansían recuperar los enanos, está muy bien creado, en un alarde compositivo por parte de los diseñadores de la cinta, algo que puestos a mirar con lupa la entrega, hay que reconocer como todo un logro.
Y tres horas más tarde...
Al final te quedas sin saber casi nada, sin atar cabos, sin cerrar los círculos, y sin que las micro-historias a las que se hace alusión en este “episodio” encuentren cumplido fin, así que todo para la última entrega “Partida y Regreso” (aparentemente llevará ese título) para la que habrá que esperar otro año más y en la que se presupone tirarán la casa por la ventana, teniendo en cuenta que se preveía que esta trilogía desenvolsáse la friolera de 500 millones de dólares, lo que la convertiría en la más cara de todos los tiempos. Palabras mayores. Da lugar a otro tipo de debate, pero no es el foro adecuado ni el momento de atacar esto. Dejémosla botando, no más.
Ver “El hobbit: La desolación de Smaug” es una apuesta segura, no falla, no defrauda, no escatima en recursos. Perfecta si quieres ausentarte de algo porque te tendrá incomunicado en tu sala de cine más cercana durante buena parte de la tarde o de la noche. Ustedes mismos. Yo espero ya la siguiente entrega para ver cómo termina todo. He de reconocer, pese a mi pesimismo inicial, que tanto esta trilogía, como la de “El Señor de los Anillos”, son obras excepcionales que merece la pena ver, y que suelen ocupar un lugar destacado en la colección de películas que uno tiene en el salón de casa.
Sinopsis en castellano: