Este miércoles me llegaba el turno de participar en el festival independiente que realizan las chicas y chicos de la asociación A NAO MAI. Y quiero contarles a todos/as que lo que viví allí me trasladó no sé si a otra época o a otro mundo. Recordé mucho aquello de "otro mundo es posible". Hay otra forma de hacer las cosas, desde luego.
El pazo está en parte derruido y en parte reformado. Es un sitio místico, con un encanto y un regusto a cientos de años que enamora. Por momentos se acabó la ciudad, los locales, la urbe, y te reencuentras con el pasado, y quien sabe si el futuro, ese regresar a los pueblos y rehabitarlos y creer un poco en otra forma de vivir, en otro ritmo, en otros valores. Para el que ame la naturaleza es un sitio imprescindible.
Allí cohabitan unas cuantas personas, que se encargan de cuidarlo, de protegerlo, y de promocionarlo, que comparten más que un piso o una casa, que buscan una forma de vivir basada en la cooperación, en el intercambio, en la solidaridad, valores cristianos, mucho más cristianos que los que se propugnan cínicamente desde una capilla. Allí usan la antigua capilla para ver videoarte, conciertos, teatro,... y el sitio es idílico. El concierto sonó muy bien y no necesitamos casi nada. Apenas éramos 10-15 personas, pero todos lo pasamos realmente bien.
La calidad humana de Ángel, Tom, y compañía, hizo que me sintiese en casa. Si voy más tiempo me quedo fijo y que le den por el culo a los bancos.
Prometí volver, e iba en serio.
Nada como la sensación de ir por la carretera y ver esa niebla densa y blanca que anula todo lo que hay alrededor y te envuelve sin saber muy bien a dónde vas; miedo y gusto al mismo tiempo.
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