Valoración = 6
Como diría el ex-presidente del gobierno allá por 1981 el señor Suarez, y ya que andan por mi país conmemorando que se cumplen 23 de años del famoso golpe de estado fallido del 23 de febrero, voy a usar su “muletilla” más célebre, aquella de “puedo prometer y prometo que...” Y es que puedo prometer y prometo que lo primero que supe de “El abogado del crimen”, o “The counseler” (título original en inglés), o “El consejero” (título bajo la que es conocida en España) era que, bajo la dirección del británico Ridley Scott (“Blade Runner”, “Gladiator”, “Alien”, “Thelma y Louise”, “American Gangster”, y “Black Hawk Down”), y con un reparto repleto de estrellas como Brad Pitt, Michael Fassbender, Cameron Diaz, y la pareja patria por excelencia; Javier Bardem y Penélope Cruz, nos encontraríamos con, entre otras muchas cosas, escenas de alto voltaje entre las dos actrices protagonistas. ¡Mmm... no! La publicidad engaña y lo cierto es que si en algún momento se pretendió vender el alto contenido sexual de la cinta, lo cierto es que no es de rigor. La película tiene muchas otras cosas, pero no precisamente sexo, cuya cuota de pantalla se reserva a unas primeras escenas en las que Penélope Cruz aparece con su pareja, que a diferencia de la vida real, en este caso es el señor Fassbender, y luego, a algún que otro meneo un poco desentonado de Cameron Díaz. No hay mucha más tela que cortar en este aspecto, aunque admito que verla frotarse contra un auto cuanto menos me incomodó ¿Os habríais quedado sentados dentro del coche? ¡Hay gente para todos los gustos, desde luego que sí!
¿Sabíais que esta es la primera película en la que coinciden Barden y Cruz desde la aclamada “Vicky, Cristina, Barcelona”? Pues ya lo sabéis. Lo cierto es que no comparten ni una sola toma.
A veces, tener un plantel tan plagado de caras conocidas te juega en contra, y puede que eso le suceda a esta película. Te cuesta asimilar el rol de cada uno, tardas en digerirlo, en encajarlo. No sabes si están sobre actuando o simplemente sus personajes son así de histriónicos. Cameron Díaz tiene a su favor que siempre agrada a la cámara, que se hace querer. A Penélope le basta y le sobra con la pasión que evoca, con su calidez, más pura si cabe cuando se despoja de artificios, y parece más sencilla y accesible ante la cámara que detrás de ella, y cuanto más natural más creíble resulta, sin necesidad de maquillaje excesivo, ni mucho atrezzo. Woody Allen lo supo ver para su papel en la anteriormente citada película, en la que la juntó con la siempre atractiva Scarlett Johansson.
En la parte masculina, me gusta, como tantas otras veces, la aportación de Brad Pitt. Quizás su personaje no tiene mucho calado, le falta fondo, pero llena cada instante que pasa iluminado por los focos como ningún otro hubiese logrado. Chirría un poco el atuendo que le ponen, pero convengamos en que así de llamativo lo buscó el director, que se supera en este caso -o se pasa, según estimen ustedes mismos- con el papel que reserva a Javier Bardem, que tardas en comprender y calar, y al que no sabría decir, si se pasa y excede, o lo borda, en una delgada línea interpretativa que separa lo comestible de lo indigesto, y de tener que aceptar pulpo como animal de compañía. Porque una cosa es pasar por el aro y otra bien distinta tragarnos todo el vaso de un solo sorbo, con vaso incluído. Quiero decir, que su papel es tremendamente exagerado, tanto, que no sabes bien en qué punto se nos cuenta algo con cierta seriedad, y en qué punto, el humor negro lo invade todo, y aquí radica uno de los grandes males de la cinta, en quedarse en mitad de ninguna parte en su lectura y en su mensaje, que despista más que amplía la interpretación del espectador. Y luego te preguntan, ¿De qué trata la película? ¿Y qué dices? ¿De narcotráfico? ¿Película de acción con mafiosos y estrellas top de la factoría americana? Y tiene buenas imágenes, y está bien rodada, y hay giros en la trama que te sorprenden, y dura dos horas y aún así se aceptan, y tiene ritmo, y tiene carne y cañón, y hay balazos, y momentos para la reflexión y el debate acerca del bien y del mal, y de nuestro lugar en el mundo, y si te entra por según qué sitio, hasta te pondrías a filosofar diciendo que en realidad quien sólo vea esto no ha visto nada, y que la película va mucho más allá, y es una clara metáfora sobre que la vida es muy corta, que hay que asumir riesgos, que hay que ser valiente, que hay que superar los miedos, y que los errores se pagan. Y tantos puntos de vista como espectadores, y quizás ahí, radique lo mejor de la película; su ambigüedad y sus diálogos.
Y no quiero olvidarme de Michael Fassbender, que carga con el mayor peso interpretativo de la película. Un actor que se dio a conocer no hace tantos años, pero que ya acumula una buena nómina de películas, más allá de la taquillera “X-Men”, tiene una participación nada desdeñable en “Bastardos sin gloria” de Tarantino, en la reciente “12 años de esclavitud”, en la comentada en este blog “Un método peligroso”, y en otra, quizás menos famosa, pero interesante “Fish Tank”. No es un actor que tenga aún muy interiorizado, pero va acumulando un buen puñado de películas de lo más interesantes, junto con los pertinentes batacazos, que siempre engalanan una filmografía ¿Quien no ha participado en algún que otro bodrio? Hasta el más pintado ha resbalado en alguna ocasión.
Es verdad que mientras vemos la película esperamos más, queremos que nos sorprendan, que eclosione, que llegue el clímax. Queremos las cartas sobre la mesa. Y quizás nos quedamos con la sensación de que llegaron, se hicieron la foto, cobraron, y se fueron sin que te dieses ni cuenta, y tú te quedas postrado en la butaca con cara de circunstancias ¿Me habré perdido algo? ¿Qué fue lo que no entendí? Me pasa poco, pero me gustaría volverla a ver, no sé si entonces le daría la bendición definitiva, o la condenaría irremediablemente al olvido, el castigo más cruel para una obra de arte. Y no, no esperen que dentro de diez años, se valore más esta cinta, porque no es de esa clase de obras.
Con un presupuesto que ronda los 25 millones de dólares -moderado para las cifras que se manejan en EEUU últimamente- es más curioso descubrir que una vez cerrada la taquilla norteamericana, se perdiese dinero, recaudando apenas 17 millones. Curioso porque además Ridley Scott tiene muy buena prensa, y sus lanzamientos son acogidos con gran entusiasmo por parte del público. El tres veces nominado a mejor director por la academia de cine, por ahora, no se ha llevado nunca el galardón, y se antoja que esta no será la película que lo acercará a tal fin, más bien, puede si cabe, contribuir a ensalzar como viejas glorias, algunas de sus películas.
Detalle: Aparece Rubén Blades. Si, tal cual lo leen. Me costó distinguirlo (¿Se nota que hace tiempo que no lo veía?). ¿Saben que lo hace bien? Más que digno el maestro de la canción. ¿Por qué actúa en esta cinta? Ni remota idea. Así, de la nada, se calcan una mitiquez. ¡Sorpresa!
Lo que también sorprende es todos las buenas manos que colaboraron en este proyecto, y cómo no ha conseguido calar entre los espectadores. El guión es obra, nada más y nada menos, que del Premio Pulitzer, Cormac McCarthy (“No es país para viejos”), que se estrena como guionista. Tentar al destino es lo que hiceron los partícipes en esta obra, que para más inri, aceptaron rebajarse el sueldo con tal de formar parte de la misma.
Epitafio: Pórtense bien, y no miren con quien.
Sinopsis en castellano:
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