Buenos Aires, del 25 de julio de 2013 al 22 de junio de 2014
Isra, Leiva, y yo. Noche de rock en Baires. ¡Abran paso! |
Ya casi ha pasado un año desde que comencé a escribir este capítulo de mi diario en Buenos Aires y es curioso que nunca lo haya publicado, posiblemente porque no vi la necesidad de ello, no le encontré el cierre, así que mientras... continúo.
La fiebre mundialista ya ha invadido todo, está en boca de todos, y se siente el fervor popular allá dónde vayas, y para más “intringulis”, España empieza perdiendo 1 a 5 en el primer partido frente a Holanda, esa selección siempre vistosa, siempre candidata, y siempre segundona, que por increíble que parezca nunca -ni siquiera en la famosa y dorada época de Cruyff, cuando la bautizaron con el sobrenombre de “la naranja mecánica”- ha ganado un mundial. ¿Será esta vez? Yo tengo clara mi apuesta; la Alemania de Joachim Löw, a la que veo superpoderosa. De todas formas, mi pronóstico es que llegasen a la final contra España, y... ya ven, parece poco probable.
Reunión de míticos; con Carrés y Musti. 5ºA EGB'92 |
Esto del mundial me retrotae a la niñez, y a la ilusión e intensidad con la que se vivía todo. Me gustan esos sentimientos.
A mí no me sucedió como a otros niños que tuvieron la suerte de empaparse de fútbol con sus padres, compartiendo con ellos lo que les acontecía a sus equipos, y jugando todos a ser entrenadores, porque admitamos que todos en algún momento hemos pensando en ser entrenadores, no sé hasta qué punto, pero jugar a ello jugamos casi de corrido todos los fines de semana cuando arengamos a nuestros equipos. Eso de vibrar al lado de tus padres o abuelos es algo que le queda a uno por el resto de su vida. Parecerá una pavada (como dicen acá), pero creo que es muy lindo.
A mí no me sucedió como a otros niños que tuvieron la suerte de empaparse de fútbol con sus padres, compartiendo con ellos lo que les acontecía a sus equipos, y jugando todos a ser entrenadores, porque admitamos que todos en algún momento hemos pensando en ser entrenadores, no sé hasta qué punto, pero jugar a ello jugamos casi de corrido todos los fines de semana cuando arengamos a nuestros equipos. Eso de vibrar al lado de tus padres o abuelos es algo que le queda a uno por el resto de su vida. Parecerá una pavada (como dicen acá), pero creo que es muy lindo.
Yo de todo eso nada. Yo me hice a mí mismo en las calles. Ahí es dónde traté de perfilarme, pero jamás estuve ni cerca de salir jugador de fútbol, aunque me hubiese encantado, esa es la verdad, ya ven. Posiblemente no tenía las aptitudes necesarias, aunque cuando tuve la posibilidad de entrenarme con frecuencia, mi estado y forma física se reforzó mucho, y mi nivel creció enteros. Jugué hasta hace bien poco, y si por mí fuera, seguiría jugando. El tema es que siempre hay otras prioridades que atender, y uno se va abandonando. También encontrar un equipo que lo reciba a uno y por el que tenga sentido dejar de lado otras muchas cosas para poder acudir a los partidos, entrenos, etc.
Muchos que han seguido este blog saben que en mi último año en Vigo, jugaba de delantero en el Café Bar Laura F.C., un equipo de mi barrio de camelias, llamado así en honor al bar situado en la calle lópez mora y cuya mujer del dueño, se llama Laura, que curiosamente, es el mismo nombre de mi actual pareja argentina. Helio, el encantador dueño del local, ahora amigo al que admiro, me fichó un día viendo un partido del Barça. Fue alucinante sentirme de nuevo jugador, en campos que se me hacían enormes, jugando durante hora y media interminable. Conseguí enchufar tres goles ese año, que me parecieron mágicos. Repito, parecerá una estupidez, pero el encanto que tenía para mí hacía que lo viviese con una alegría inusitada.
Puesta de sol Naútico de Vigo. Por Pablo Ferreira. |
Esas ganas, habían hecho años atrás que mantuviésemos un equipo de amigos, el Leyendas F.C. (al que yo mismo puse nombre), durante siete u ocho años. Allí jugábamos casi todos los amigos, una pandilla que llevábamos juntos desde niños, y que ya de mayores, seguían reuniéndose los fines de semana para hacer algo de deporte. Sigo echando de menos eso, y no saben cuánto. Cuando me vine a vivir a Buenos Aires, una de las últimas cosas que hice, fue organizar, con motivo de mi despedida, un triangular de fútbol; por un lado el Café Bar Laura, por otro el Leyendas, y por último, una selección especial de amigos míos. Como los grandes, me vestí la camiseta de los tres equipos, y pasamos una tarde genial todos juntos.
Esta es nuestra auténtica zona de juego. Con Pato Leda. |
A mi madre, cuando era adolescente, le gustaba que yo jugase al fútbol. Creo que le gustaba porque veía lo mucho que lo fantaseaba yo, las ganas que le ponía. Nunca me perdía un entrenamiento, siempre estaba al tanto de cada cosa que pasaba, ponía lo mejor de mí, etc. Sé que sufría cuando me veía triste porque no me ponían, o porque no me salían las cosas como yo quería. Siempre había jugadores mejores que yo, así que solía disponer de pocos minutos y de pocas oportunidades. Con los años eso cambió un poco, principalmente porque a nivel amateur, la mayoría de los compañeros se abandonaban físicamente, fumaban, bebían, llevaban vidas más sedentarias, etc. y yo me mantenía bien de salud y con ganas de pelear cada balón como si en lugar de haber quince amiguetes en la grada viéndonos, hubiese quince mil alentándonos.
Hoy veo el mundial, y sigo con ese chascarrillo de sentirme un poco entrenador, ese cosquilleo de “y si un día lo intentase”. Imagino que os habrá pasado con cualquier otra cosa. Uno sueña con verse en situaciones inverosímiles, logrando cotas inimaginables, fuera de lo cotidiano,... qué se yo. La cosa es que los papeles de ese curso de entrenador llevan un par de años en mi carpeta y nunca doy el paso. ¿Será cobardía? Quien sabe... Quizás algún día, y algún día puede ser mañana ¿Por qué no? O puede no ser nunca. Y como esto seguro, más cosas. Hay que intentar no coleccionar demasiados “y si...” pero es difícil evitar no tener alguno que te incomoda de cuando en vez, y te remueve un poco por dentro.
Mañana sigue mi vida, y la tuya también. ¿Qué tendremos para contar? Mejor contemos lo que hacemos, y tratemos de que eso nos resulte lo suficientemente interesante. Si no, mal vamos.
Una de esas imágenes imborrables de la memoria de cualquiera. Mi amigo Pablo Ferreira la capturó como nadie más sabe hacer. Si queréis ver su trabajo: www.flickr.com/pablokdc Disfruten!! |
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