Valoración: 6'5
Si, es una película muy emotiva. Sentimental, que no sentimentaloide, y no, no está hecha para un domingo a la tarde como mero nexo conductor hacia lo que todos entendemos por una plácida siesta. No porque te lleva a su terreno, te reblandece, te conmociona... bueno, igual soy yo que soy un chico sentimental, no lo sé. Lo que sí sé es que detrás de este trabajo hay un equipo de profesionales de primer nivel mundial que sabían bien qué hacían y qué se traían entre manos.
La dirige Stephen Daldry, nominado en su día al Oscar y director de "Las horas" "Billy Elliot" y "El lector". Está basada en el guión de Eric Roth ("El curioso caso de Benjamin Button"), que ya había recibido la preciada estauilla por la inolvidable "Forrest Gump", y que emprendió el proyecto gracias a la novela del mismo titulo de Jonathan Safran Foer. La película viene protagonizada por un niño; Thomas Horn, y dos estrellas de Holywood como son Tom Hanks ("Forrest Gump" - "Filadelfia") y Sandra Bullock ("Un sueño imposible"), ambos ganadores del mayor premio del mundo del cine. Los actores secundarios también son de renombre, como en el caso de John Goodman, James Gandolfini, Zoe Caldwell, Viola Davis, Jeffrey Wright, Max Von Sydow. Y paro. No cito más, porque del equipo que ha trabajado en la obra, han recibido premios hasta el apuntador, como se suele decir. La fotografía, el diseñador de producción, los músicos,... así que en ese sentido es una película de garantías, bien trabajada y bien hecha.
Hay fantasía. Hay un ejercicio de fe. Incluso puede resultar algo paranoica la búsqueda por parte del niño de respuestas que vengan del más allá, pero hay que adentrarse en la mente de un niño, un poco en su psique, en esa irracionalidad que le pide que siga adelante y descubra, y juegue, y fantasee, y quiera que sucedan cosas imposibles, porque al fin y al cabo todos los adultos tienen un poco de todo eso cuando escarvan en su interior y cuando dejan lugar a la esperanza, que es uno de los temas que trata la película, así como el no poder superar un trauma, una desaparición, la muerte de un ser querido, el enterrar los problemas y no enfrentarlos, etc.
Imaginativa y ocurrente cae en ocasiones en espacios comunes que pueden resultar algo fastuosos, como el hecho de que el hecho trágico de la cinta y que desencadena toda la trama parta de los atentados del 11-S y de lo ocurrido en el World Trade Center. De ahí deviene en una historia con tintes épicos y mágicos sobre un niño que con nobles intenciones atraviesa todo tipo de impedimentos, y vive montones de aventuras y peligros por la ciudad, en la búsqueda de una solución a un acertijo que le acerque a su padre, o al menos le de consuelo a su pena. Con todo, gracias a la aventura propuesta, por infantil que resulte, y aunque suene poco creíble por ese intento de magnificar al chico y hacerlo protagonista de una historia con tintes surrealistas, lo que éste va descubriendo por el camino, más allá de las pistas que le acercan a la conclusión del enigma que él mismo se plantea, nos sirve para darnos cuenta de que superar sus miedos, luchar por un objetivo, marcarse una meta, no darse por vencido, y afrontar las dificultades con gallardía, son valiosas formas de sentirnos en paz con nosotros mismos, y de poder alcanzar la paz interior y la satisfacción personal. En este sentido la película es un tanto moralista, pero te anima, te da cierta energía, cierto positivismo. Su única debilidad es hacerlo demasiado obvio, demasiado manido. Menos azúcar le sentaría mejor. Ya es dulce de por si.
Es verdad, como dicen quienes la han criticado duramente en diferentes portales y medios de comunicación, que por momentos parece que va a aparecer un mensaje que diga: "lágrimas", como cuando en un plató de televisión piden "aplausos". Quizás muy exagerados ciertos momentos algo ñoños de más. La epopeya final en la que muchas personas se unen con la causa y juntas se emocionan en lo que parece un alegato social de pésame colectivo por el luto de una sociedad, que ha recuperado la esperanza y la fe, queda desubicado en la historia que se pretende contar. De este modo, toda la película tiene un regusto a metáfora demasiado forzada, como si todo fuese uno de esos anuncios tan de moda, en los que no sabes qué se está anunciando, te quedas con una idea muy emocionante sobre la vida, el amor, la humanidad, grandes valores acompañados de preciosas imágenes, para que al final se trate de una marca de coches o una compañía de telefonía móvil que nos une y nos conecta. Tiene un poco de todo eso. Pero a su favor diré que quien haya atravesado una situación de pérdida, y tenga hijos, podrá llorar sin que resulte vergonzoso o extraño, sintiéndose acompañado/a por muchos/as de los espectadores que harán lo propio. Y aún así, diré que no es de llorar de tristeza, sino más bien de emoción. No podía ser protagonizada sino por un niño, por supuesto.
Aborda los cinco estadíos del duelo: Primero lo niegas (negación), luego te enfadas (ira), luego tratas de buscar cierto equilibrio (negociación), al no obtener resultado te hundes (depresión), y por último acabas asumiéndolo (aceptación). A través de todos esos procesos nos encontramos con un viaje, más espiritual que físico, en el que el papel de Max Von Sydow nos ayuda, con su espectral silencio, a reflexionar.
No se preocupen si les saca de quicio el niño. Es un adelantado para su edad, habla como un adulto, piensa como un adulto, tiene bastantes dificultades para realizar actos presumiblemente sencillos, y sin embargo, una extrema facilidad para sacar adelante otros, impropios de su edad. Cuanto menos, raro.
Me dio ganas de hacer algo, de fantasear un poco, de realizar alguna asombrosa búsqueda, pero se me pasó después de la cena. La música no deja de sonar durante casi toda la película, y en nuestras vidas, por desgracia no siempre suena una canción con cada beso ni en cada abrazo.
Sinopsis en castellano:
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